domingo, diciembre 03, 2006

BARRERATYSZKAMANIA – “La enfermedad” tiene con qué

En un día de rumores e incertidumbre decido leer “La enfermedad”, la nueva novela de Alberto Barrera Tyszka ganadora del Premio Herralde. Y pienso en lo mucho que le molestó a Belisario la ola de orgullo patrio automático que se levantó con el galardón.

Voy por la página 112 y puedo decir que se trata de un libro excelente. A Barrera lo leí antes: sus dos poemarios, “Coyote de ventanas” y “Tal vez el frío”, recuerdo que me lo revelaron como un tipo que sabe escoger palabras precisas y construir imágenes extraordinarias y próximas. Y eso, pese a que no es mucho lo que me asome a la poesía.

No soy amigo de Barrera, ni “coleguita” de letras ni nada que se le parezca. Así que puedo decir esto: su primera incursión en la novela, “También el corazón es un descuido”, en cambio fue una decepción, un intento extraviado que debió quedarse en el tintero, un crimen contra los árboles que entregaron su vida para ese papel.

Pero “La enfermedad” es otra cosa.

Sin pretender inventar nada, Barrera elige contar una historia terrible y cotidiana: un médico que enfrenta una realidad devastadora: su padre tiene un cáncer avanzado y en esos casos, como ya sabemos, no hay mucho que se pueda hacer a menos que tengas los poderes extraterrenos de José Gregorio Hernández. Y aún así: esa enfermedad siempre es una fiera esperando su momento.

El narrador construye su discurso con frases cortas, precisas, y con imágenes deslumbrantes e ideas certeras que te hacen detenerte a buscar un poco de aire. O a sonreír, si es el caso, y a sacar la conclusión de que el autor es un tipo inteligente.

Debo confesar que quizás mi juicio venga afectado por mi condición de hijo de divorciados. Y esto lo digo sin pena: cuando vi la película Kramer versus Kramer terminé soltando el moco encerrado en un baño.

Las historias de un padre y su hijo me tocan. Incluso hasta si el papá es un desquiciado como Ozzy Osbourne.

Lo notable de esta novela no es necesariamente lo que cuenta. Aquí lo que atrapa es el tono: de una manera sorprendente Barrera logra una narración emotiva que –al menos hasta lo que he leído- ni decae ni cruza la línea del sentimentalismo ni se despeña por la cursilería. Y ojalá que no se vaya por ese desbarrancadero.

Presiento que el músculo narrativo que tensó Barrera se mantendrá hasta la última página. Que la novela demostrará porqué fue que se ganó ese premio.

Aunque, claro, tampoco terminaré de leerla y saldré con mi carro a tocar la corneta por las calles de Las Mercedes. Para eso, esperaré el próximo mundial de fútbol: como ya no estará jugando Zidane, de repente y tal Brasil logra el milagro…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Leí La enfermedad de Barrera hace unos días, y a pesar de que coincido en elogiar el tratamiento de la historia entre el padre y el hijo, debo decir que la otra historia, la del enfermo "imaginario", me pareció pésima, no sólo por aburrida sino por inverosímil. En realidad, esa parte, lamentablemente, empañó enormemente la obra. Ahora que supongo terminaste la novela, ¿qué te pareció finalmente?

Luis Y.

demalamadre dijo...

Luis Y: Creo que no me molestó esa trama "paralela" mientras leía la novela, pero una vez terminada reconozco que esperaba que nos condujera a algo más sustancioso. Debe ser que simplemente se lo planteó como "otra cara de la moneda" o como una vaina moralizante: al doctor le pasó eso con su papá y mira tú, es malo con alguien que lo necesitaba. Puede ser que sí, que empañó la obra. En eso coincido, pero dudo entre si la empañó mucho o enormemente, como dices tú. De cualquier manera, es una buena novela. ¿La mejor de la literatura venezolana? No lo creo, pero no por eso deja de ser un buen libro: buena historia, buen tono, esquiva lo necesario las tentaciones naturales de la sensiblería...