martes, febrero 27, 2007

SOCIALISTANDO – Anda a joder a otro con el 27-F

Sólo a estos carajos se les puede ocurrir que el 27 de febrero de 1989 es una fecha memorable, que aquello fue una gesta heroica digna de homenajear, que fue una sacudida popular que abrió las puertas a lo que ellos insisten en llamar revolución.

Inventarse un mito, una leyenda, es eso.

El 27 de febrero, tal como lo veo, pudo haber tenido de todo menos el calibre para inscribirse como efeméride patria.

Ciertamente casi todo el país estaba arrecho con Pérez -y ya acumulaba la rabia por Lusinchi- y su gestión y su paquete y la peladera de bolas. En eso contribuyeron, de paso, unos cuantos de esos “notables”, ilustres y doctorísimos todos que más tarde conspiraron para echarse al pico al atolondrado Pérez y que hoy se envenenan tratando de rasparse a Chávez –antiguo discípulo- a punta de palabrería.

Y los medios pusieron su parte: esa tinta y esa declaradera pedía –mira tú que coincidencia- sin decirlo abiertamente, un golpe contra el gocho que ganó en el ochentayocho.

Y el yesquero que encendió el polvorín fue una vaina tan pedestre como el aumento de los precios de las camioneticas de Guarenas.

Coño, ¡vaya motivo revolucionario! Elevaron el pasaje: ya están dadas las condiciones objetivas para la revolución. Marx, no eres más que un pobre pendejo…

Esa rabia popular fue aprovechada por algunos conspiradores organizados. Atizaron aquí y allá para hacer tambalear a Pérez con una cosa… con una cosa que se parece a… que se parece tanto a… una guarimba… y se armó el verguero.

Un verguero en el que aprovecharon malandrines, pillos y vivos de toda especie, incluyendo a los cabezas calientes que apenas lograban organizar desórdenes los viernes en la UCV. Esa cita era fija: había que joder el viernes temprano y fin de semana largo para guardar la capucha.

¿Cómo es que el tipo que cargaba la pieza entera de una res o el que se acomodaba en la espalda un televisor o un bulto de Lavan-san ahora resulta que estaba haciendo la revolución? ¿Cómo es que el malandro de la calle 2 de El Valle que echó plomo y se cargó a dos o tres pendejos, bajo esta nueva luz aparece como héroe patrio?

No me jodas pana. El 27-F no fue más que una salvajada.

Y ahora sale don Diosdado, un capo hábil para moverse en las sombras mientras le sopla el bistec a más de uno, con eso de cambiarle el nombre a la urbanización Menca de Leoni en Guarenas porque y que allí nació la revolución y porque esa doña nada hizo por este país.

Algo hizo gobernador: la Fundación del Niño, por ejemplo. La misma que ahora en esta barbarie revolucionaria le ha servido de caja chica a algunos camarados y camaradas. La más célebre, quizás, la ilustre doña Elena, la repotenciada madre de la criatura…

Barreto es otro. Veamos lo que dijo: "Valió la pena lo vivido, lo luchado, e incluso el dolor de tantas pérdidas, digo valió la pena porque Venezuela se enrumbó definitivamente por otro camino porque logró despertar a las Fuerzas Armadas que luego se pronunciaron el 4 de febrero del 92 porque abrió el torrente Constituyente y logró canalizar el torrente Constituyente".

¿Valió la pena? ¿Ese montón de muertos, ese montón de negocios quebrados no fueron más que la bisagra que nos trajo a estos tiempos?

Puras ganas de ver lo que no hay. Lo que no hubo.

El 27 de febrero es sólo luto.

Y tú, Diosdado, antes de cambiarle el nombre a la urbanización, anda a recoger la basura y a darle buenos servicios a esa gente, que mejorar la vida de quienes te pusieron en ese puesto no se logra hablando paja ni inventando heroes cuyos mayores superpoderes se reducen a correr con una nevera en el lomo esquivando balas.

A ver mi gente, ¿porqué no le echan bolas de una vez aumentando la gasolina? ¿Porqué tienen esa campañita millonaria en la prensa fascista-terrorista tratando de convencernos de que ese aumento es lo que necesitamos? ¿Porqué están dando carreras para controlar la inflación? El fantasma del 27 de febrero se las trae...

lunes, febrero 26, 2007

YONOFUI - Cómo no fallar un penalti

ENRIC GONZÄLEZ
DIARIO EL PAIS - 26/02/2007


Hay quien piensa que para entender de fútbol conviene haberlo jugado. Otros basan su ciencia en las combinaciones numéricas, 4-2-4, 4-4-2, 4-2-3-1, o en un examen detallado del abdomen de Ronaldinho. Todo ayuda, por supuesto. Pero las páginas deportivas no lo cuentan todo. En realidad, para entender el fútbol (y la política, y la cultura, y la hipoteca que uno paga) conviene adentrarse en la estepa de la economía. A veces se descubren historias edificantes y enternecedoras, como la que cuenta el periodista y dramaturgo Gianfrancesco Turano en su libro Tutto il calcio miliardo per miliardo.

La historia empieza en una noche romana de 2001, desbordante de euforia: la ciudad celebra el scudetto del Roma. El equipo giallorosso es formidable: Totti, Batistuta, Emerson, Cafú, Samuel... El propietario de la sociedad, Franco Sensi, magnate del petróleo y la hostelería, ha gastado todo lo que ha podido, y más, para componer una alineación memorable. En ese empeño, ha contado con la gentil colaboración crediticia del banquero Cesare Geronzi, presidente de Capitalia y vicepresidente de Mediobanca, uno de los dueños de Italia.

El siguiente capítulo se desarrolla en 2004. El Roma no ha vuelto a ganar ningún scudetto y su deuda ya es agobiante. Entonces aparece Roman Abramovich, el inmensamente rico propietario del Chelsea, que ofrece 150 millones de euros por Totti y Emerson. Sensi, de acuerdo con el entrenador, Fabio Capello, y con el director deportivo, Franco Baldini, responde que Totti no está en venta, pero sí lo está la sociedad. Por unos millones más, el magnate ruso puede quedarse con todo. Abramovich tiene bastante con el Chelsea, pero habla del asunto con dos amigos suyos, Anatoli Kolotinin y Suleiman Kerimov, de la Nafta Moskva. Kerimov, un tipo tan oscuro como todo lo que rodea hoy el Kremlin, es a los 38 años diputado de la Duma y una de las 100 personas más ricas del mundo.

Kolotinin y Kerimov contratan a Salvatore Trifiró, un abogado que trabaja para las mayores empresas italianas, como garantía de seriedad. Y ponen sobre la mesa una oferta de 400 millones de euros por el Roma y por varias de las instalaciones petroleras de Sensi. La venta está a punto de cerrarse.

Pero, ay, la cosa no conviene al banquero Geronzi, que a esas alturas está a punto de quedarse con esas instalaciones petroleras y con otros bienes que la familia Sensi aportó como garantías a los créditos. Si llegan los rusos, Geronzi recupera los préstamos. Lo que Geronzi desea, sin embargo, es lo otro: los bienes. ¿Qué hace? Lo que haría cualquiera en su caso: llama a Silvio Berlusconi, presidente del Gobierno y del Milan, y le plantea la situación. Il Cavaliere comprende que al Milan tampoco le interesa un Roma rebosante de petro-rublos. ¿Solución? Berlusconi telefonea a su amigo Vladimir Putin y le pide que bloquee la oferta de Nafta Moskva. Simultáneamente, alguien envía a la Guardia de Finanzas a revisar a fondo todas las cuentas del Roma.

Putin actúa con rapidez y la oferta rusa se esfuma pocos días después. El Roma no puede pagar a Geronzi y éste se queda con la mitad de Italpetroli, la empresa de Sensi: penalti y gol. Capello y Emerson se marchan al Juventus. El sueño romanista de competir en pie de igualdad con el Milan o el Inter se convierte en humo.
Una historia edificante, ¿no? Tiene además un curioso epílogo. En noviembre pasado, Kerimov sufrió un gravísimo accidente automovilístico en Niza mientras conducía un Ferrari prestado. La policía francesa abrió una investigación.

El Roma, a todo esto, ganó ayer por 3-0 al Reggina. Totti falló un penalti por sexta vez esta temporada. Geronzi y Berlusconi fallan mucho menos.

viernes, febrero 23, 2007

HASTALASPELOTAS – Así no se puede

Así que la Copa América apenas toca a Caracas en dos ocasiones. O una. Ya ni sé. De vainita pues.

Si te gusta el fútbol y piensas en ver un partido, empieza a sacar cuentas: un pasaje aéreo a Puerto Ordaz o a Maturín o a San Cristóbal… Si vives en Caracas por ahí se te van entre 300 mil o 400 mil bolívares. Más una noche de hotel que pueden ser otros 200 mil. Y el taxi que te roba al aeropuerto: otros 300 mil por bajar y subir la trocha.

Súmale además la comida de dos días, las cervezas del partido y los whiskys del final. Redondea: como millón y medio siendo conservador.

¿Jodido, no?

martes, febrero 20, 2007

JARTERAGLOBAL – Los intocables

En la India anuncia el gobierno que pondrá “cunas” para que dejen allí, abandonadas, a las niñas recién nacidas. Esa, aunque no parezca, es una medida piadosa: les permitirá, al menos, vivir. En ese país de tremendo crecimiento tecnológico, que tiene sus propias armas atómicas y que muchos ingenuos ven como un centro de espiritualidad y enorme sabiduría, cada año 2 millones y medio de niñas son asesinadas o abortadas por el simple hecho de que no son varones y su existencia representa una carga para sus padres.

De modo que las autoridades en lugar de ir al fondo del problema prenden un incienso hecho con bosta de vaca y crean estos depósitos: ¿Parió una hembra? ¿Va a parir una carajita? No se preocupe mi gente, no se haga un aborto, no se arriesgue a morir usted de una infección, he aquí la iluminación: abandone a ese pedacito de mierda que otro se hará cargo de eso y siga buscando al hijo macho que traerá el dinero a casa.

Porque finalmente se trata de eso: de plata y de costumbres. Es más rentable asesinar a tu propia hija que pagar una dote el día que se case. Es más rentable tener varones porque ellos recibirán la dote el día que se casen. Y es más fácil poner estas “cunas” para que las echen allí que tratar de hacer que la gente evolucione. Con suerte, podrían llegar Madonna y Angelina Jolie buscando a quien adoptar.

La lectura de esa noticia me hizo recordar una vieja arrechera: India, para mi, con todo y su historia, con todo y sus maravillosas creencias religiosas… no es más que un país de mierda que tiene a medio mundo obnubilado por sus leyendas y sus santones y al otro medio mundo acojonado por su crecimiento económico.

Y que me perdonen los dioses: el peo no es con ellos, toda esa vaina es culpa de los humanos, de la gente de India, de los privilegiados y los ignorantes, de los grandes aprovechadores y de los pobres pendejos y de un sistema mundial que se hace el sueco ante los desmanes de los países con peso económico y más si tienen sus bombitas de fuego nuclear.

Por más que se ofendan los come flores y los traga incienso, no encuentro explicación al hecho de que en ese supuesto corazón de la espiritualidad aún persistan cosas intolerables e inhumanas como el sistema de castas que considera a un grupo social como basura: ese mismo cabrón bien o mal vestido que se sienta a meditar ante la imagen de algún gran buda, que busca alcanzar el nirvana o no sé qué carajos, vive convencido de que hay otro montón de gente, ciudadanos como él, que no merecen ni siquiera respirar el mismo aire.

Los “intocables”, leo en una vieja Nacional Geographic que guardo para nunca olvidar esto, deben ser 160 millones de personas.

160 millones de individuos que pertenecen a una casta que recibe peor trato que las vacas.

Las vacas, leo en Wikipedia, son casi 177 millones de cabezas. Y son sagradas. Los intocables o achuta, son casi malditos: son lo más bajo del escalafón social y para ellos están destinados los oficios impuros: desde trabajar con el cuero –algo bastante rentable, pese a todo- hasta limpiar las letrinas –con la mierda, literalmente, al cuello- de sus paisanos de las demás castas.

Y pese a que en India la ley proscribe la discriminación, en realidad todo queda en el papel, porque en la vida diaria los intocables siguen casi tan jodidos como en el siglo I antes de Cristo.

Resumida, la vaina es más o menos así: el hinduismo es la religión de 80% de la población. Y al nacer dentro del hinduismo te clavan en el sistema de castas en el cual las personas ni son iguales ni tienen los mismos derechos ni el mismo valor.

El texto “sagrado” que rige la vida de esta gente es El Código de Manú, un thriller más arrecho que el Código Da Vinci, en el que los brahmanes (los sacerdotes o maestros), es decir, los privilegiados, echan el cuento de que los grupos sociales tienen su origen en un ser primordial: ellos, más vivos que el carajo, provienen de la boca de ese ser y son los más elevados. Los chatrias, gobernantes y soldados, de los brazos; los vaisyas, mercaderes y comerciantes, de los muslos; y los shudras, trabajadores, provienen de los pies.

¿Y los achuta? ¿Y los intocables? Vaya usted a saber… son tan poca cosa que el ser primordial ni bolas les para. Y si naciste intocable, aunque te forres de plata cremando cadáveres o curtiendo cuero o encuentres un tesoro en el pozo séptico de los brahmanes, allí te quedas y tus descendientes seguirán siendo intocables y los hijos de tus hijos y así hasta el infinito porque ese es tu karma.

Ah, el karma… Ese es el otro gran cuento: si eres intocable es porque estás pagando tu mal karma. Fin de la historia. Eso justifica todo. Eso justifica que aunque seas doctor –algunos pueden llegar a estudiar y hasta a tener cargos políticos- los de las castas superiores rechacen hasta un vaso de agua que provenga de tus sucias manos.

Y no se trata de discriminación por diferencias económicas o de color o de raza. Es que es así y listo: lo dice el librito.

¿Cómo se concilia con el marketing de la espiritualidad esa salvaje situación en pleno siglo XXI? ¿Veinte siglos -por sólo hablar de "nuestra" era- no son nada?

La próxima vez que vayas a un “viaje espiritual” a un ashram y te comas las cenizas de un santón que vive como un rey, piensa en eso a ver si la vaina te sigue pareciendo tan “elevada”.

martes, febrero 13, 2007

BAHAMUNDO – El buen ministro y la conejota


Hablando de rubias… de entre las informaciones del día de hoy, no es la renuncia del presidente de la Cantv, ni la estatización de la electricidad de Nueva Esparta ni las regulaciones a la carne, ni la multa a Tal Cual y a Laureano lo más curioso.

Que me perdonen, pero lo más extraordinario del día es la respuesta del ministro de Inmigración de Bahamas, el mismísimo moreno Shane Gibson a quien todo su país vio fotografiado con esa gorda sabrosona que se llamó Anna Nicole Smith, que dios la tenga en el cielo de las conejitas.

Le preguntan a Shane que si su relación con Anna influyó en la velocidad con la que le aprobaron a la rubicunda modelo su solicitud de residencia en Bahamas. Y el caballero dice: “absolutamente no”.

Te creemos Shane, creemos en ti. Jamás podríamos pensar que compartir cama con esa rotunda millonaria de generosas carnes blancas podría hacerte firmar ese papel.

Lo mejor viene después. El ministro dice que se hizo amigo de ella a partir de la también extraña muerte de su hijo –el de ella, no se confunda nadie- y debe haber puesto cara de peluche cuando completó la idea: “Cada vez que un extraño me pide ayuda, me resulta muy difícil darle la espalda”.

Eso, ministro, queda claro. Usted es un heroico caballero andante y como no está en su naturaleza darle la espalda a damiselas como esa, usted le da el frente completo, como debe ser. No le haga caso a las pacaterías de sus colegas ni de la oposición que nada entienden: así es como se ejerce el cargo. Hay que ver lo que es tener a esa conejita al frente siseando y pidiendo residencia, un poco rascada, un poco drogada, con todo y que más que coneja en ocasiones podía llegar a parecer un poco elefantita… eso no lo hubiera aguantado nadie. Usted hizo lo que tenía que hacer: ponerse de frente y decirle “ésta es mi naturaleza, tranquila que te echo una mano”.

Atención emigrantes y emigrantas venezolanos y venezolanas: mosca si deciden irse a Bahamas huyendo del socialismo… Avisados están.

lunes, febrero 12, 2007

YONOFUI - El Calígula de África

(Este sí que es un verdadero hijo de mala simiente. Un poco largo el texto, pero será bien invertido el tiempo)


Tirano, excéntrico, hombre brutal y despiadado. El dictador ugandés Idi Amín exterminaba a los seres humanos con la misma facilidad con que un niño mata hormigas. Asesinó a 300.000 personas. La película ‘El último rey de Escocia’ recrea la vida de este Calígula africano.

Por John Carlin. 09/02/2007
El País Semanal


Señor de las Bestias de la Tierra y los Peces del Mar, conquistador del Imperio Británico, mariscal de campo, doctor, rey de Escocia y presidente vitalicio fueron algunos de los títulos que se autoconcedió el dictador africano Idi Amín. Sería para partirse de la risa si no hubiese asesinado a unas 300.000 personas entre 1971 y 1979, los años en los que ejerció el poder absoluto en Uganda. Pero precisamente esa mezcla de payaso y tirano, esa imagen de Calígula africano, es lo que explica la fascinación que el déspota de este pequeño y pobre país ejerció en su día, y sigue ejerciendo, en el mundo occidental, y especialmente en el anglosajón.

Se han escrito cantidad de libros sobre él: Estado de sangre, Nido de serpientes, Hablando del diablo, Los fantasmas de Kampala y muchos otros. También hay varias películas. Al menos tres hasta la fecha. Una francesa llamada simplemente Idi Amín; una hecha en Kenia, Ascenso y caída de Idi Amín, y la más reciente, El último rey de Escocia, dirigida por un escocés, Kevin Macdonald; interpretada por Forest Whitaker (ganador del Globo de Oro y candidato al Oscar como mejor actor por su Amín), y basada en la novela del mismo nombre escrita por el premiado autor inglés Giles Foden.

Idi Amín es para los británicos como los tiranos latinoamericanos más pintorescos para los españoles. Engendros deformes, pero reconociblemente fruto de la madre imperial, como Trujillo en la República Dominicana o Stroessner en Paraguay. Personajes que se prestan a la ficción, como la novela El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, o La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa.

Pero ni la imaginación más alocada del realismo mágico podría haber concebido un personaje tan extravagante como Amín. Un militar de dos metros, progenitor olímpico, comilón voraz, gordo como un hipopótamo, era el prototipo del dictador en versión cómic. Cumplía, además, el requisito de todo tirano de ver enemigos por todas partes, especialmente dentro de su propio ejército, cuyos soldados fueron diezmados. Los hacía matar a tiros y a martillazos. A los que habían sido sus enemigos más temibles les cortaba la cabeza y, fomentando los rumores persistentes de que practicaba el canibalismo, las guardaba en una nevera. También cumplía con otro componente del dictador: era un megalómano. No conocía límites a su poder. Por eso escribía cartas de una impertinencia demencial al presidente de Estados Unidos o a la reina de Inglaterra. Por eso opinaba ante la prensa internacional, como si fuese capaz de cambiar el rumbo del mundo, sobre el comunismo, Oriente Próximo, la carrera armamentista…

Amín fue la versión en carne y hueso de la caricatura del bárbaro, absurdo jefe tribal africano. Julius Nyerere, el presidente de Tanzania, le consideraba una vergüenza para el continente. Para el gentil, urbano, Nyerere, Amín era “un asesino, un mentiroso y un salvaje”. Tampoco cumplió un papel demasiado valioso para el islam, la religión a la que se convirtió de joven. La causa del Profeta no se benefició en África de su asociación con el autoproclamado Big Daddy, casado seis veces, divorciado tres y, según él, padre de 32 hijos. La sexta esposa, cantante de cabaré, tenía 19 años cuando él, con 50, se casó con ella. La cuarta desapareció. El cuerpo se encontró cortado en pedazos. Uno de los ministros de Amín vio el cadáver poco antes del entierro. Todos los miembros se habían recolocado en su sitio, como en un puzzle. El ministro, detectando la mano de Amín en su macabro descubrimiento, huyó inmediatamente al exilio.

No hubo ninguna lógica en la reacción del ministro. Se fue, sencillamente, porque podría pasar cualquier cosa. Amín era un hombre absolutamente imprevisible; caprichoso y sádico al mismo tiempo. Exterminaba a seres humanos con la fácil crueldad de un niño matando hormigas. Pero, como un niño, también necesitaba mimos, cariño. Este aspecto convulso de su personalidad está maravillosamente retratado en la novela de Giles Foden. El ex primer ministro británico James Callaghan, que le llegó a conocer (y sufrir), escribió que Foden había “dado a la perfección con la personalidad contradictoria, asesina, juguetona, brutal y sentimental de Amín”.

La novela trata de la relación entre el dictador y su ficticio médico personal, un joven escocés llamado Nicholas Garrigan. En una de las primeras escenas juntos, en el jardín de un hotel de lujo de la capital, Kampala, el médico observa cómo Amín participa en carreras de natación en la piscina, en las que infaliblemente acaba primero porque a sus rivales no se les cruza por la cabeza ganarle. Cuando están los dos solos, Amín le pide a uno de su séquito que le traiga unos sándwiches, pollo frito y coca-cola. “El hombre salió disparado; su respuesta muda, inmediata, era algo que me acostumbraría a ver alrededor de Amín. Me senté, bastante agitado”.

Varias páginas más adelante, una vez que Amín y el médico han entrado en confianza y concertado una ambigua amistad, los dos se encuentran en la habitación del dictador, donde el médico encuentra el “follón de siempre: el bate de béisbol, las revistas pornográficas en el suelo, estantes llenos de los procedimientos de la Asociación de Abogados de Uganda”. El dictador le saluda con una sonrisa agradable. “Ah, ¡mi buen amigo el doctor Nicholas!”. Amín se empieza a quejar de cómo le está tratando la prensa inglesa “aunque aún quiero y respeto a la reina”, dice, y de repente saca una pistola pequeña de su bolsillo. “Éste es el último día de tu vida”, le anuncia. “Morirás”.

Garrigan se arrodilla ante él, le ruega que no le mate. Amín permite que pase un tiempo. Que la escena se desarrolle. Que su amigo el doctor se humille, se ponga a temblar. “No me mate, por favor. Por favor”. Entonces, Amín cambia de actitud tan abruptamente como lo había hecho hacía un par de minutos. Echa la cabeza atrás y se pone a reír y reír. “¿Matarte? ¿Cómo se me iba a ocurrir matar a un hombre como tú?”. Garrigan le mira y ve en su rostro “una expresión perpleja, infantil”.

La crítica anglosajona ha alabado la sutileza con la que Forest Whitaker retrata a este niño cruel con cuerpo de gorila. Se ha señalado en especial el uso que hace de los ojos, cómo los mueve de un lado a otro para proyectar esa mezcla de la que habla Callaghan de confusión, brutalidad, sentido del humor y necesidad de ser querido. Pero, ¿por qué se autoproclamó este hombre conquistador del Imperio Británico y, más delirante aún, el último rey de Escocia? Todo tiene que ver con su relación con la potencia imperial que colonizaba su país cuando nació, que le dio trabajo y dignidad, y que, en gran medida, fue responsable de crear el monstruo en el que se convirtió.

Nacido en 1925, nunca conoció a su padre. Según algunas versiones, la madre fue hechicera; según otras, prostituta. En cualquier caso, el pequeño Idi se crió en un entorno humilde. De niño vendía donuts en la calle. La oportunidad de su vida llegó a través de su madre, algunos de cuyos clientes pertenecían a un regimiento británico llamado King’s African Rifles (Rifles Africanos del Rey). Con 21 años, y recién convertido al islam, se incorporó al regimiento, inicialmente trabajando en la cocina. Su tamaño, su audacia y su brutalidad, especialmente contra los rebeldes Mau Mau en Kenia, hicieron que prosperara en el ejército. Su colosal presencia física también aportó mucho al equipo de rugby del regimiento, lo que hizo que despertara entre sus superiores blancos una admiración poco usual por un soldado negro.

No parece haber contado en su contra el hecho de que durante los años cincuenta padeciera constantemente de enfermedades venéreas, contraídas muchas veces en los burdeles del golfo de Persia, donde también defendió los intereses imperiales de su majestad. Obtuvo una promoción tras otra, gracias en parte a la intervención de oficiales de origen escocés, según contaría más tarde. Tras 16 años y un curso militar avanzado en Wiltshire (Inglaterra), logró ascender al grado de oficial del ejército británico, una distinción única para un soldado ugandés. Vestiría la corbata de los King’s African Rifles el resto de su vida, incluso después de romper relaciones diplomáticas con el Reino Unido.

Poco después de su promoción, el ejército se arrepintió de haberlo hecho. Una de las primeras misiones que le encargaron fue erradicar supuestos robos de ganado en una zona de Kenia llamada Turkania. Reaccionó de manera grotescamente desproporcionada. Decenas de víctimas fueron torturadas, matadas a palos y, en algunos casos, enterradas vivas. Las autoridades británicas, sabiendo que se iba a conceder la independencia a Uganda en cuestión de meses, decidieron que no podían someter a juicio a uno de los dos únicos oficiales militares nativos. Amín tuvo la suerte -siempre tendría suerte- de que el que sería el primer jefe de Gobierno ugandés, Milton Obote, estaba de acuerdo.

Histórico error. Tanto los británicos como Obote se arrepentirían de su magnanimidad. Especialmente Obote. Amín, que siguió en el ejército, lo derrocó en un golpe de Estado. Tomó el poder con el apoyo de los israelíes (que también se arrepentirían) y el beneplácito de los británicos. Obote se había opuesto a la venta de armas a Suráfrica por parte de Londres y había amenazado con nacionalizar empresas británicas en Uganda. Tras el golpe, los informes de los servicios de inteligencia británicos describieron a Amín como un hombre “benévolo, pero fuerte” y “con una buena disposición hacia Gran Bretaña”. Los británicos le habían enseñado a ser soldado. Ahora le iban a vender armas. Era, después de todo, “uno de los nuestros”.

La primera visita oficial de Amín después de nombrarse presidente vitalicio fue a Israel, donde había entrenado con la fuerza aérea. (Durante años llevó pegado al uniforme unas alas que había recibido de los israelíes como testimonio de haber completado un curso de paracaidismo). El interés de Israel en apoyarle tenía que ver, aparentemente, con la enemistad que tenía con el régimen propalestino del vecino país de Sudán y su disposición a ayudar a entregar armas israelíes a un grupo rebelde sudanés.

La segunda visita oficial que hizo Amín fue a Londres. El Foreign Office (cancillería británica) recomendó que se le preparara una cama “extragrande”, advirtió que su “filosofía política” era “algo confusa”, pero pidió que la reina le recibiera con todos los honores. Y también que se le invitara a Escocia y se le diera la posibilidad de bañarse (el tirano se jactaba de ser un gran nadador) en el mar escocés. “Amín, evidentemente, le da gran importancia a la aprobación y apoyo del Gobierno británico”, observó el Foreign Office.

Todo se cumplió al pie de la letra. La reina Isabel invitó a cenar al palacio de Buckingham al que acabaría siendo uno de los dictadores más sanguinarios de África y, sentado junto al monstruo, desfiló en carruaje por la venerable avenida londinense de Pall Mall.

Giles Foden, autor de El último rey de Escocia, ha escrito en un artículo para el diario The Guardian que para comprender las locuras en las que caería Amín hay que entender el componente “edípico” de su relación con la madre patria colonial. La conexión filial empezó a aflojarse como consecuencia de la decisión que tomó Amín de expulsar de Uganda a todos los ciudadanos de origen asiático, la mayoría indios. Eran 35.000. Se vieron obligados a evacuar el país entre agosto y noviembre de 1972. Casi todos encontraron refugio en Gran Bretaña. La idea de expulsarlos, muy aplaudida por su gente, le vino en un sueño, explicó después.

Las consecuencias para la economía de Uganda fueron desastrosas, ya que, con la salida de los asiáticos -muchos de ellos, profesionales u hombres de negocios- el país perdió un gran capital humano. El resentimiento que provocaba la concentración de riqueza en manos asiáticas entre la mayoría africana del país hizo no sólo que consolidara su poder, sino que generara admiración en otros países africanos con circunstancias similares. Fue debido en parte a esta acción que la Organización de Unidad Africana le nombrara presidente, pese a la oposición de Julius Nyerere, en 1975.

Otro factor a favor de Amín a la vista de muchos africanos fue la manera en la que se burlaba de los británicos. Tras provocar la ira de Londres con la expulsión de los asiáticos, Amín respondió humillando a los británicos residentes en Uganda, acusándolos de ser espías (eran unos 700) y amenazando con mandarlos a todos al paredón. Hizo que un grupo de ellos le llevara a hombros en una silla, como un emperador azteca, por las calles de Kampala. Arrestó a otro, un catedrático en la Universidad de Makerere, donde habían estudiado la mayoría de las esposas del dictador, muy cultas todas ellas. Se llamaba Denis Hills y estaba escribiendo un libro sobre las atrocidades de Amín. La policía secreta del tirano entró en su casa y se llevó el manuscrito del libro. Amín ordenó que compareciera ante un tribunal militar, que lo condenó a muerte. Hills se convirtió en una de las personas más famosas del Reino Unido. Su nombre aparecía todos los días en las primeras páginas de los periódicos ingleses. Amín lo utilizó para reírse de los británicos, con quienes su relación edípica había evolucionado a una de amor-odio. Por la mañana anunciaba que Hills estaba a punto de morir; por la tarde, que bueno, que no, que con tal de que la reina pidiera perdón por el comportamiento de su súbdito, quizá le absolvería. Y así, como la escena de la novela con el doctor Garrigan, durante semanas.

Finalmente, el primer ministro, Harold Wilson, le escribió una carta pidiendo disculpas. La reina le rogó que perdonara la vida a Hills. Amín seguía jugando con la potencia nuclear, el viejo imperio. James Callaghan, entonces canciller, voló a Kampala a por Hills. Amín, tras someter a Callaghan a varias indignidades (le dio un recorrido por la capital en un jeep, conduciendo como un loco), le entregó el prisionero.

Exultante, Amín declaró: “Soy el político más grande del mundo. He dado una sacudida tan dura a los británicos que merezco un título en filosofía”. Pero incluso así no pudo romper la conexión umbilical con los británicos. La solución que encontró al dilema fue odiar a los ingleses y amar a los escoceses. Se convirtió en un acérrimo promotor de la independencia escocesa. En la novela de Foden, el motivo decisivo por el que decide perdonar la vida a Garrigan es el hecho de ser escocés.

Pero no se la perdonó a muchos más. Las matanzas de los enemigos, reales e imaginados, siguieron durante sus ocho años en el poder. Y su megalomanía fue en aumento. Decía las cosas más disparatadas. Su filosofía de la libertad la resumía, por ejemplo, de la siguiente manera: “En los países comunistas, uno no puede hablar libremente. Hay un espía por cada tres personas. Nadie tiene miedo aquí. Es como las chicas ugandesas. Les digo que sean orgullosas, no tímidas. No tiene ningún sentido llevar a una chica a la cama si es tímida. ¿Entiende lo que le digo?”. Escribió una carta a Richad Nixon en pleno Watergate en la que decía: “Mi querido hermano, es verdad que tienes más que suficientes problemas sobre la mesa. Le pido a Dios que te ayude. Nosotros los ciudadanos de Uganda esperamos que tu gran nación no siga utilizando sus enormes recursos, especialmente los militares, para destruir la vida humana en la Tierra”. Sobre Oriente Próximo declaró: “Una victoria árabe sobre Israel es inevitable, y la única salida que tiene la primera ministra Golda Meir es subirse las bragas y salir corriendo hacia Nueva York o Washington”.

Las declaraciones más escandalosas fueron las que hizo en una carta al secretario general de Naciones Unidas, Kurt Waldheim. Refiriéndose al genocidio nazi, dijo: “Ocurrió porque Hitler y los alemanes sabían que los israelíes no son gente que actúa en favor del resto, y por eso los quemó vivos con gas”.

Los israelíes acabaron detestándole. Rompieron relaciones diplomáticas con él, como los británicos. La magnitud del error que cometió Israel en ayudarlo a tomar el poder se demostró en 1976, cuando un avión secuestrado por militantes palestinos y lleno de pasajeros israelíes aterrizó en el aeropuerto de la capital ugandesa. Amín permitió que permanecieran ahí, a pesar de las amenazas terroristas de matar a pasajeros si Israel no liberaba a presos palestinos. El episodio concluyó cuando comandos israelíes aterrizaron de noche en el aeropuerto, mataron a los terroristas, liberaron a los rehenes y, de paso, destruyeron la fuerza aérea ugandesa.

Desde ese día, Amín dejó de llevar puestas las alas que le habían regalado en Israel. A cambio se ganó la admiración de Muammar el Gaddafi y del mundo árabe en general. Lo cual le fue muy útil al ser derrocado en 1979. Los libios lo evacuaron de Uganda, y de ahí se trasladó a Arabia Saudí, donde vivió en paz en una mansión donada por el Gobierno durante 24 años, hasta su muerte, en la cama, en 2003. Pocas veces se le volvió a ver en público. Una de ellas fue en un funeral en Jeddah, al que asistió vestido con falda escocesa.

lunes, febrero 05, 2007

JARTERAPOP – Paris te hace rico


Paris Hilton resulta un personaje interesante. No por lo que diga, ni por lo que haga, ni cómo lo haga (de eso, ya se ha visto bastante). Es interesante porque su figuración revela, no su propia idiotez, sino la estupidez colectiva de este medio mundo que no le pierde pista a la rubia heredera.

La flaca Paris en realidad se burla de todos. No actúa, pero sale por todas partes. No canta bien, pero ya grabó su disco. No debe saber ni andar en una pasarela, pero es modelo cada vez que le da la gana. En realidad no está taaaan buena, pero es objeto de morbo. Y a juzgar por el desgano que se le vio en el video aquél, tampoco es que se pueda alabar mucho su performance sexual.

Claro, al menos en el video que yo vi.

Y ahora aparece otra tanda de videos de la niña Hilton. De momento sólo he visto dos: uno en el que el chulo de turno la graba mientras ella toma un baño: unas teticas por aquí, las nalguitas por allá… pero en realidad está sencillamente bañándose y luce como ladillada –casi resignada- a que el tipo éste la persiga con la cámara prendida. Y el otro es un poco extraño: ella está acostada, no hay mucha luz, y el mismo carajo sigue con la cámara pero esta vez tratando de lograr un close-up de sus partes ya no tan pudendas.

Ella apenas trata de impedirlo tapándose con las sábanas. Pero jamás hace un intento firme, como si no tuviera voluntad, como si no se preguntara para qué quiere este man enfocarle su noble cucharita… Paris, mija, ¿te metieron burundanga?

Lo peor de todo es que el tipo, emocionado como corresponde, le dice algo así como que se deje hacer la toma, que si no tiene idea de cuántos hombres en el mundo querrían tener acceso a esa zona VIP y él, claro, a cada tanto se incluye en el video –de ratica y todo- como para que no quede dudas de que ya estuvo ahí.

Eso es apenas una muestra gratis que me llegó de lo que se ve en el site www.parisexposed.com, aunque al parecer ya un tribunal ordenó acabar con el sitio. De todas maneras el cuento es bueno: Paris dejó de pagar el alquiler de un depósito y el dueño del lugar se arrechó y lo abrió. Y se encontró “diarios, más de 25.000 fotografías y 250 vídeos privados, con un alto contenido erótico y psicotrópico”, según dice El País.

Pero ese señor no tuvo visión y decidió subastar el contenido del almacén, que fue adquirido por 2.775 dólares por Nabil y Nabila Haniss. Y estos sí que la pegaron del techo: vendieron todo por 10 millones de dólares a un tal Bardia Persa, quien es el creador la página web que durante sus primeras 40 horas operativas fue visitada por 1,2 millones de personas que se abonaron por una mensualidad de 40 dólares. A sacar cuentas: 40 por un millón…

Paris también te hace rico de otra manera…

¿Esta nueva “exposición” afectará a la princesa de la rumba?

Nada que unos Prozac no calmen…

En todo caso, uno no quisiera estar en los zapatos del viejo Hilton, pero a ella, seguramente todo esto le traerá beneficios económicos: una semana antes del estreno de su show The simple life, circuló por la red el video que le hizo su chulo de entonces, Rick Salomon y se especula que eso ayudó a impulsar su programa con Nicole Richie. Que no nos extrañe otro "reality".

Paris, es mi teoría, no debe ser tan tonta: con una fortuna familiar que se calcula en mil millones de dólares no tiene necesidad alguna de trabajar ni en ésta ni en su próxima vida. Así que se dedica a rumbear, a drogarse sabroso, a tener sexo, muchas veces con balurdos que están más pendientes de llevarse un video de souvenir; se dedica, además, a sacarle plata a fabricantes de espumante, a que le paguen por ser imagen de discotecas, a meter a Britney en su vorágine de fiesta, a no pensar en lo que dice o hace y por muchas de esas vainas le pagan y se hace aún más millonaria de lo que ya es: cobra, sólo por asistir a algún evento o programa de televisión entre 100 mil y 1 millón de dólares. Y según Forbes, el año pasado Paris –la rubia descerebrada- se metió 6,5 millones de dólares.

¿Cuánto ganaste tú?