martes, abril 15, 2008

YONOFUI - Millón y medio de dólares por breve porno de Marilyn

Nueva York - Un empresario de Nueva York pagó un millón y medio de dólares por una copia ilegal de una película en poder del FBI que mostraría a Marilyn Monroe realizándole sexo oral a un desconocido, publicó hoy el diario The New York Post.

El objetivo de la adquisición es que nadie pueda ver las escandalosas imágenes de la famosa rubia y, según señala el medio, la información se obtuvo de Keya Morgan, coleccionista de recuerdos de la actriz.

La venta se efectuó hace un mes y, acorde a lo publicado, el dueño era un mafioso y cuyo hijo ahora se embolsó los 1,5 millones de dólares.

El New York Post señala que se trata de una película en blanco y negro grabada en 16 milímetros que dura quince minutos, en la que se ve a Marilyn de rodillas y vestida, realizando sexo oral a un hombre sentado, cuyo rostro queda fuera de cámara.

También se indicó que el material cayó en manos del entonces director del FBI, Edgar Hoover, en la década del 60, quien puso a varios agentes a investigar si el hombre oculto era alguno de sus enemigos, los hermanos Kennedy.

Morgan, que ha visto la grabación, afirmó que en la película Marilyn nunca mira a la cámara. El coleccionista encontró la grabación mientras realizaba una investigación para un documental sobre la actriz. "Enseguida se ve que es Marilyn Monroe. Se ve su famoso lunar. Estaba sonriendo, encantadora, radiante. Se mueve y entonces la grabación termina", dijo Morgan al diario.

jueves, abril 03, 2008

LANZAO – Yo también quiero ser alcalde de Chacao

¿Cuántos alcaldes le caben a Chacao? El municipio que Irene convirtió en isla tiene más precandidatos que barrios. Eso, en el Distrito Capital es decir bastante. Pero concretamente en Chacao, los barrios –según creo- no pasan de dos, mientras que los aspirantes ya deben ser como diez.

No son pendejos los aspirantes. Ni de vaina que se postulan para Libertador, con ese montón de cerros, basura y peos. Eso se lo dejan a Stalin, ese loquito que se vaya a quemar por allá. Lo que yo quiero es la manguangua. Lidiar con gente poniendo restaurantes, peluquerías y barras de sushi. Ya el trabajo está hecho. Con decir que sigo la línea de Leopoldo, basta y sobra. Hay uno que hasta se pone la pollina como el López. Nadie lo conoce. ¿Ya habrá salido por Globovisión o estarán esperando las encuestas? El cree que con esa pollina logrará el recall suficiente. Un día de estos nos sale con que tiene a una jevita que trabaja en la radio…

¿Y Timoteo? ¿Por qué creerá Timoteo que puede ser alcalde de algo? Demasiado rata el que le convenció de eso.

Yo también tengo ganas de lanzar mi precandidatura para burgomaestre de Chacao. Ya estoy haciendo una encuesta. Le puse un contador de entradas a esta vaina hace menos de una semana y seguro que saco más votos que Timoteo.

Si las estadísticas siguen subiendo, tendré que empezar a buscar alquiler en Chacao. Puede ser cerca del mercado para mimetizarme con el pueblo mismo y enterarme si llega leche y arroz de Pdval.

Sigan entrando en el blog, venceremos.

GASTROJARTERA – Con la sencillez hemos topado

Por un momento no supe qué pensar. Dejé el papel, abrí una cerveza, busqué una lata de maní, abrí otra solera y lo único que tenía claro era esa sensación de molestia por lo que acababa de leer.

Claro que no era una vaina del gobierno: con eso las arrecheras son inmediatas.

Era ese artículo de Sumito –el chef, quién más- en el que se mostraba tan cautivado por la sencillez en materia de restaurantes que no resistió la tentación de intitularlo “La sencillez”.

Como anduve fuera de esta patria enferma no lo leí en su momento. Pero mi madre, siempre pendiente de las cosas que puedan alimentar agruras en sus vástagos, deslizó el recorte previendo reacciones.

Lo primero que sorprende es la confesión de que fue en Buenos Aires donde el cocinero multimedia vino a conocer los encantos de la sencillez. De la humildad, casi se podría decir. Le costó entonces sus buenos años y mira tú que Argentina, el país que ha dado tanto material para chistes de egos sobredimensionados haya sido el lugar de ese aprendizaje. A nuestro héroe, al poeta –así le han dicho en este blog-, le encantó así de repente que en un bolichito, que en la parrilla de la esquina, que en cualquier sucucho de un barrio porteño te sirvan buena comida: un buen ragú, una pizzita como Dios manda, un bife de chorizo, el matahambre… toda esa vaina. Y barato.

Y como “sólo los estúpidos no cambian de opinión” –que dijo Teodoro- el poeta entendió que ese era el camino, que ahí, en la sencillez estaba la clave.

Cito un extracto: “¿Hay mejores restaurantes en Caracas que en Buenos Aires? Este comentario posee un origen curioso. Cuando en Venezuela tenemos un invitado extranjero, solemos invitarlo a un restaurante emblemático en el que cada detalle haya sido estudiado y cuidado. Sitios en los que casi con seguridad seremos testigos de un menú que refleja magias ajenas a nuestra cotidianidad. En cambio, en Argentina, resulta normal que la invitación o la recomendación apunte hacia un agradable "boliche" familiar en el cual el dueño es quien atiende y la comida es absolutamente casera. Detrás de ambas idiosincrasias se esconde la confusión. Nosotros en Venezuela tenemos la tendencia de ir a los restaurantes por tratarse de una ocasión especial (negocio, aniversario, invitación, dinero ahorrado, etc.) y los argentinos entienden que salir, la noche que les provoque, es un derecho de vida”.

Casi sin querer queriendo el cocinero nos va vendiendo una especie de nuevo ideal gastronómico, celebrando la cocina honrada y económica, el lugar sencillo donde no todo sea perfecto y lo que en verdad importe sea justamente lo que nos ponen en el plato.

Cito más: “…envidio la noche masiva y cotidiana de las ciudades en la que los clientes aceptan que no hayan mesoneros que salten con un encendedor al primer asomo de un cigarro o acepten que la copa vacía puede ser llenada por ellos mismos en un vaso y no una copa. A cambio han ganado la posibilidad de salir. Pierde el dinero, gana la sencillez”.

Así, como hecho el pendejo, Sumito se escurre, abre una compuerta y se sale de un lugar en el que casi siempre ha estado: en el de quienes cocinan en locales de lujo, impecables y relucientes, donde te clavan en la cuenta lo que le pagaron al diseñador (digamos, Totón), al decorador, al importador de granito y hasta las clases de francés al pendejo ese que nació en Chabasquén y recita la carta de vinos como si acabara de llegar de Burdeos.

Ay, Sibaris, te recuerdo así: pomposo, caro y comemierda.
Ay, Piso 5 del Tolón con todo tu exceso de madera color bengué.
Ay, Alto, cuánto tiempo pasará antes de que te caiga el Indecu.

Ha sido una constante en el país. Así que no se entienda que la vaina es patrimonio de Sumito. Nada de eso. Hay que ser justos: eso es peo de los delnogales, gruposara y demás especimenes.

Aquí se trata de que te crean que eres lo mejor y más exclusivo, en función de lo caro que cobras y lo bien que maquillas las paredes. Casi como las putas. Quien tenga edad suficiente recordará el primer McDonald’s de Caracas (y de Venezuela). Lo abrió un carajo cuyo nombre no recuerdo y pretendió que por pionero podía hacer pasar al Big Mac como un artículo de lujo y así lo cobraba. Hasta que desde el imperio le dijeron que se dejara de vainas, que eso era comida popular, almuerzo de obreros white trash y afroamericanos con sobre peso. Pero el hombrecito no era pendejo: tenía el nombre registrado y Ronald McDonald tuvo que bajarse de lo lindo para poder controlar su negocio.

Pero volvamos a lo nuestro. Luego de circular por el mismo carril durante bastante tiempo, Sumito nos propone un nuevo tema: la sencillez. La cosita pequeña, el calor humano, la proximidad y el precio justo. Eso está bien. Pero que no se haga. Después de los excesos, parece que anda un virus de rectificación rondando por ahí. Sumito tomó la delantera y no sólo puso su comedor en Chuao, sino que se erige como el profeta de la tendencia que aspira se ponga en boga. No es por nada que la descripción que hace del lugar que le gusta –eso de que la gente se sirva vino y encima lo haga en un vaso- es justamente el que él montó: en el comedor de Chuao uno mismo se sirve el vino, los mesoneros no son profesionales y sí es verdad que la comida es sabrosa.

Le reconozco los méritos, no le aplaudo que crea que uno es bolsa

¿Cuál es la conclusión de este texto? Puedo decir varias vainas sobre cosas que escribió el poeta columnista. Puedo decir que a estas alturas no sé si me molesta o no el oportunismo de su intención de vendernos ese nuevo ideal gastronómico, puedo decir que quiera el cielo que se acabe la moda esa de la madera wenge o bengué o lo que sea; puedo decir que la excusa de la sencillez no puede usarse para disculpar el mal servicio porque en esos comedores porteños o italianos de los que habla siempre te tratan correctamente; puedo decir varias pendejeras más. Pero no tiene sentido nada porque aún sigo sin saber por qué me molesté al leer “La sencillez”.

No lo tengo claro. Y mira que ya llevo varias cervezas.