lunes, julio 30, 2007

YONOFUI - ¿Qué les corre por las venas a estos dementes?

FERNANDO QUIROZ / REVISTA CAMBIO /Julio 26 de 2007


Era casi la medianoche, y la oí gritar con desespero: “Devuélvanme el cadáver de mi hijo”. Se llama Emperatriz de Guevara. Me la encontré mientras esperaba el cambio del semáforo, en un cartel conmovedor que llama la atención de peatones y conductores en un paradero de bus de la avenida Séptima de Bogotá. Doña Emperatriz es la madre del capitán Julián Ernesto Guevara, quien lleva nueve años secuestrado por las Farc: poco más de siete con vida, porque los diecisiete meses restantes es su cadáver el que ha estado secuestrado. El cadáver que reclama su madre para poder tener al menos el triste consuelo de saber que su dolor ha terminado. Para volverlo a ver, aunque ya no pueda estrecharlo entre sus brazos, como lo soñó tanto tiempo.

Unas horas antes de oír el lamento de doña Emperatriz, los noticieros mostraban las imágenes de los familiares de los once diputados asesinados hace poco más de un mes en cautiverio. Resignados ante la cruel noticia de que ya no volverán a estar con ellos, clamaban por el regreso de sus cuerpos sin vida. Les rogaban a los criminales que los separaron de sus seres queridos que al menos tuvieran el gesto de permitirles una cristiana sepultura. Los doce diputados de la Asamblea del Valle del Cauca plagiados en abril de 2002 siguen en poder de las Farc. Todos siguen secuestrados, aunque sólo de uno de ellos se pueda presumir que permanece con vida.

En su crueldad sin límites, las Farc secuestran y asesinan a hombres y a mujeres, a jóvenes y a viejos, a civiles y a militares, a ricos y a pobres, a personajes reconocidos y a ciudadanos anónimos… En su guerra sin sentido, apuntan indiscriminadamente y ya ni siquiera distinguen entre vivos y muertos: secuestran incluso a los que no han nacido, como lo hicieron con el hijo de Clara Rojas, y secuestran cadáveres, como el del capitán Julián Guevara o los de los once diputados del Valle.

Han sido infructuosos los ruegos para que respeten la vida. Y también lo es el clamor para que respeten la muerte.

En su atroz contabilidad parecen valer lo mismo los vivos y los muertos. Suman cuerpos sin importar que algunos todavía respiren y otros hayan dejado de hacerlo.

En su demencia abominable, cada día resultan más inconmovibles. No se duelen ante las súplicas de un niño que, como Andrés Felipe Pérez, quería ver a su padre secuestrado antes de que el cáncer decretara su muerte prematura. No se conmueven con las lágrimas de una abuela que, como doña Clara de Rojas, pide conocer al nieto que nació en cautiverio. Y tampoco se apiadan de quienes ya sólo piden un cadáver o un atado de huesos para lanzar una rosa roja sobre las tumbas de sus seres queridos.

Secuestrando muertos y matando en vida a las viudas y a los huérfanos sólo van a lograr desprestigiar aún más una agrupación que ya muy pocos –casi nadie– conciben como algo distinto a una banda sin más norte que el crimen por el crimen mismo, ajena a cualquier ideal y de espaldas al pueblo. Como un clan al que no le basta la muerte para complacerse en la maldad. Como un ejército de bandidos narcotraficantes y antipatriotas, como los llamó el Nobel portugués José Saramago en su reciente visita a Colombia. Como un club de depravados que se alimentan de la sangre ajena, aunque por sus venas solo corra mierda… si es que algo les corre.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Y saber que por aquí, esos execrados por Saramago, tienen amigos, dolientes y asociados.

Anónimo dijo...

Mala madre, parece que cambiaste, vale. Cuando eras De muy, muy mala madre, le metías al sexo, a la risa, a la gozadera. Te estas pasando de viejo. Se sabe que hay problemas, de cuando en vez tráelos al blog. Pero esto se esta poniendo burda de serio.

Anónimo dijo...

...y aburrido, sera que te fuistes de vacaciones?

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

La sangre como que termina salpicándonos a todos...un decreto a muerte tácito impera.