martes, febrero 20, 2007

JARTERAGLOBAL – Los intocables

En la India anuncia el gobierno que pondrá “cunas” para que dejen allí, abandonadas, a las niñas recién nacidas. Esa, aunque no parezca, es una medida piadosa: les permitirá, al menos, vivir. En ese país de tremendo crecimiento tecnológico, que tiene sus propias armas atómicas y que muchos ingenuos ven como un centro de espiritualidad y enorme sabiduría, cada año 2 millones y medio de niñas son asesinadas o abortadas por el simple hecho de que no son varones y su existencia representa una carga para sus padres.

De modo que las autoridades en lugar de ir al fondo del problema prenden un incienso hecho con bosta de vaca y crean estos depósitos: ¿Parió una hembra? ¿Va a parir una carajita? No se preocupe mi gente, no se haga un aborto, no se arriesgue a morir usted de una infección, he aquí la iluminación: abandone a ese pedacito de mierda que otro se hará cargo de eso y siga buscando al hijo macho que traerá el dinero a casa.

Porque finalmente se trata de eso: de plata y de costumbres. Es más rentable asesinar a tu propia hija que pagar una dote el día que se case. Es más rentable tener varones porque ellos recibirán la dote el día que se casen. Y es más fácil poner estas “cunas” para que las echen allí que tratar de hacer que la gente evolucione. Con suerte, podrían llegar Madonna y Angelina Jolie buscando a quien adoptar.

La lectura de esa noticia me hizo recordar una vieja arrechera: India, para mi, con todo y su historia, con todo y sus maravillosas creencias religiosas… no es más que un país de mierda que tiene a medio mundo obnubilado por sus leyendas y sus santones y al otro medio mundo acojonado por su crecimiento económico.

Y que me perdonen los dioses: el peo no es con ellos, toda esa vaina es culpa de los humanos, de la gente de India, de los privilegiados y los ignorantes, de los grandes aprovechadores y de los pobres pendejos y de un sistema mundial que se hace el sueco ante los desmanes de los países con peso económico y más si tienen sus bombitas de fuego nuclear.

Por más que se ofendan los come flores y los traga incienso, no encuentro explicación al hecho de que en ese supuesto corazón de la espiritualidad aún persistan cosas intolerables e inhumanas como el sistema de castas que considera a un grupo social como basura: ese mismo cabrón bien o mal vestido que se sienta a meditar ante la imagen de algún gran buda, que busca alcanzar el nirvana o no sé qué carajos, vive convencido de que hay otro montón de gente, ciudadanos como él, que no merecen ni siquiera respirar el mismo aire.

Los “intocables”, leo en una vieja Nacional Geographic que guardo para nunca olvidar esto, deben ser 160 millones de personas.

160 millones de individuos que pertenecen a una casta que recibe peor trato que las vacas.

Las vacas, leo en Wikipedia, son casi 177 millones de cabezas. Y son sagradas. Los intocables o achuta, son casi malditos: son lo más bajo del escalafón social y para ellos están destinados los oficios impuros: desde trabajar con el cuero –algo bastante rentable, pese a todo- hasta limpiar las letrinas –con la mierda, literalmente, al cuello- de sus paisanos de las demás castas.

Y pese a que en India la ley proscribe la discriminación, en realidad todo queda en el papel, porque en la vida diaria los intocables siguen casi tan jodidos como en el siglo I antes de Cristo.

Resumida, la vaina es más o menos así: el hinduismo es la religión de 80% de la población. Y al nacer dentro del hinduismo te clavan en el sistema de castas en el cual las personas ni son iguales ni tienen los mismos derechos ni el mismo valor.

El texto “sagrado” que rige la vida de esta gente es El Código de Manú, un thriller más arrecho que el Código Da Vinci, en el que los brahmanes (los sacerdotes o maestros), es decir, los privilegiados, echan el cuento de que los grupos sociales tienen su origen en un ser primordial: ellos, más vivos que el carajo, provienen de la boca de ese ser y son los más elevados. Los chatrias, gobernantes y soldados, de los brazos; los vaisyas, mercaderes y comerciantes, de los muslos; y los shudras, trabajadores, provienen de los pies.

¿Y los achuta? ¿Y los intocables? Vaya usted a saber… son tan poca cosa que el ser primordial ni bolas les para. Y si naciste intocable, aunque te forres de plata cremando cadáveres o curtiendo cuero o encuentres un tesoro en el pozo séptico de los brahmanes, allí te quedas y tus descendientes seguirán siendo intocables y los hijos de tus hijos y así hasta el infinito porque ese es tu karma.

Ah, el karma… Ese es el otro gran cuento: si eres intocable es porque estás pagando tu mal karma. Fin de la historia. Eso justifica todo. Eso justifica que aunque seas doctor –algunos pueden llegar a estudiar y hasta a tener cargos políticos- los de las castas superiores rechacen hasta un vaso de agua que provenga de tus sucias manos.

Y no se trata de discriminación por diferencias económicas o de color o de raza. Es que es así y listo: lo dice el librito.

¿Cómo se concilia con el marketing de la espiritualidad esa salvaje situación en pleno siglo XXI? ¿Veinte siglos -por sólo hablar de "nuestra" era- no son nada?

La próxima vez que vayas a un “viaje espiritual” a un ashram y te comas las cenizas de un santón que vive como un rey, piensa en eso a ver si la vaina te sigue pareciendo tan “elevada”.

2 comentarios:

AnaMeli dijo...

Pues, esto es una muestra más de cómo "la democracia más perfecta del mundo" funciona... Es decir, que la segunda potencia asiática en materia de producción intelectual y científica sigue anclada en el paleolítico, salvando el relativismo cultural, claro está.

Anónimo dijo...

acabo de leer que, en lo que va de año (los 31 días de enero y los 25 de febrero), 14 hombres españoles han matado a sus mujeres. es decir: un asesinato de este tipo cada cuatro días. en la india las matan por motivos económicos, en españa por aberraciones mentales machistas, sólo por mencionar dos países radicalmente distintos. cualquiera sea el motivo, siempre será futil, un reflejo del abuso de la fuerza que no tiene que ver con la cultura, sino con el civismo.