jueves, junio 14, 2007

SOCIALISTANDO - ¿De cuánto es la vaca, camarada?

Es casi conmovedora la generosidad revolucionaria. Casi.

Al menos hasta ayer nadie había dejado ninguna nevera en la Plaza Bolívar de Caracas. Me consta. Pasé la tarde por ahí, recreando en mi mente ociosa la gesta heroica de los revo-revo cuando a punto estuvieron de linchar a unas mamis de la Católica y a unos panitas que osaron decir cuatro vainas en cadena nacional desde el mismísimo lugar donde el papaúpa juró alguna vez sobre una Constitución que según él ya andaba jediendo de tan moribunda.

Divagemos: ese día quien parecía moribundo era el vejete que le pasaba la cinta de míster Venezuela y la Constitución parecía gozar de buena salud. Pero coño, la vaina no fue así. Fin de la divagación.

Me aposté ahí, decía, en la propia plaza. Le di varias vueltas. Comí raspao de colita. Compré una franela del Che con Cha porque uno no sabe cuándo será necesaria; leí La Hojilla impresa (por cierto, otra divagación: ¿han leído el mail ese en el que un tipo da señas hasta de los jíbaros que le venden al fulano ese? ¿será verdad que Silva es pariente de la De Armas?); me calé varias canciones de Alí Primera. Y nada. Nadie llegaba a ofrecer sus pertenencias a los camaradas menos favorecidos por la contratadera oficial.

Hasta que me cayó la locha. Seré pendejo, chico, si me aparezco con una nevera vieja a dejarla a los pies (cagaos de palomas) del padre de la Patria seguro me meten preso en el acto por botar cachivaches en tan sacrosanto lugar.

Ah, seguro es eso.

Fui allí con la esperanza de ser testigo de un verdadero acto de desprendimiento. Uno de verdad, que me devolviera la fe que tengo adormecida por esta realidad consumista en la que todo el mundo pide y pide y pide como si la vida se tratara de estar siempre a las puertas del Inavi o del Seguro Social o de alguna institución tratando de cobrar la jubilación.

Es que el anuncio de que el presi iba a donar parte de sus 250 mil dólares que le dio el pana libio me sonó a cuento chimbo, como a anuncio de magnicidio. ¿Qué clase de sacrificio es ese comandante si usted dispone de toda la renta petrolera y no sabe ni cuánto cuesta cada viajecito de esos que se manda a La Habana nada más para besarle las nalgas al viejito moribundo?

Fui también porque me aterra la idea de que el país sea víctima de la generosidad del poeta Tarek.

Coño Tarek, yo sé que para las fotos siempre usas alguna franela de buhonero con la cara del Che, pero ¿vas a decir que tu exesposa te quitó todo, que no te dejó nada la señora Fornino? ¿No te quedó nada de nada? Carajo, si hasta vivías en La Lagunita…

No me vengas con que vas a donar parte de tu biblioteca –y que son 25 mil libros los que tiene, ¿cuántos metros cuadrados de propiedad se necesitan para guardar semejante cantidad?- porque eso no representa sacrificio para ti. Seguro harás una lista con toda la mierda procubana que almacenas en tus estantes, esa que te ha llenado las maletas en tus viajecitos. Y el resto serán copias de tus libros que nadie compró.

Pero es que además no creo que te produzca dolor desprenderte de los buenos libros, de la literatura buena, de la poesía de calidad, porque esos textos sólo pueden producir en ti algo feo como la envidia que, según dicen algunos en este blog, le tienen a Salvador Fleján y a Karl Krispin.

Lo más arrecho es que lo dice como si estuviera hablando, pongamos, de la biblioteca de Borges o la de Montejo.

Camarada Tarek, mejor prive al estado Anzoátegui de ese dudoso privilegio y busque bien entre sus cuentas que alguna vainita debe tener por ahí encaletada que sirva para matarle el hambre a alguna gente.

Iris, siempre picando adelante, esquivó la cosa y dijo que eso no era con ella, que el Comandante estaba hablándole a esos que amasan fortunas. Buena esa Iris.

Debe ser verdad, porque parece que ni para ir a una buena peluquería tiene la diputada y por eso se hace los rulitos en un Carmelo.

Alberto Muller también se hizo el pendejo. Y los demás ni hablaron.

Esas son vainas de los civiles comandante, ya ve usted que hay órdenes que no les gusta cumplir a esos carajos.

Aunque pensándolo bien, los militares del gobierno también se hicieron los suecos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo! Eso me hace volver siempre a este blog. Me has hecho reír belllllamente.
Yo también quisiera ver con mis propios ojos esa bondad farsante.

Anónimo dijo...

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