Quién será peor, ¿Acosta Carlez por esa picazón que le dio por meterle mano al Magallanes o Antonio “El Potro” Alvarez por estar tan de acuerdo que casi parece que le complace la arremetida contra el equipo?
De Acosta Carlez ya nada puede sorprender: un mentecato autoritario que está convencido de que todos menos él son idiotas. Un militar que, al igual que el otro, asume que el pedazo de tierra en el que ocupa un puesto de funcionario público es en realidad su cuartel privado.
Pero lo del Potro es lamentable: el muchacho nos resultó otro jalabolas resentido. Más jalabolas y más resentido que el portero Angelucci.
Como todos esos bichitos, el Potro es revolucionario acomodaticio: dice que le parece bien que el inepto gobernador de Carabobo controle la directiva del equipo –el que le paga su sueldo, el que le mata el hambre- pero no está de acuerdo con la idea de que se acabe el deporte profesional y que pasemos a tener una liga aficionada como en Cuba.
Claro, el muchacho Alvarez es pajúo, pero no pendejo: que perjudiquen a los socios del equipo, al público, a la fundación, pero que ni de vaina le cierren a él la posibilidad de seguir haciendo plata como jugador profesional.
El, idiota al fin, dice que no sabría qué beneficios traería a los Navegantes la intervención del Estado, pero igual lo apoya. Debe ser que le parece que Carabobo está muy bien, que la gestión gubernamental ha mejorado las condiciones de vida por allá, que el generalote es un genio de la administración. Hijo, ¿si no sabes para qué carajo abres la jeta?
Dice el Potro que pasan cosas muy malas en el béisbol y que Acosta Carlez seguro podrá arreglarlas: la reventa de entradas, que no hubo una ambulancia para él cuando se cayó durante un juego, que los equipos se regalan con los jugadores extranjeros. Y ahí está su héroe: el gobernador llegará y eructará y eructará y eructará hasta purificar la nave…
¿Cómo será Acosta Carlez decidiendo los destinos del Magallanes?
Lo primero que hará será mandar a confeccionar dos uniformes: uno para Chávez porque para sobrevivir en el proceso hay que ser un lambiscón; y el otro, por supuesto, extra large para él. Después pondrá sus botas sobre el escritorio y ordenará que pasen a la nómina del equipo por el Maisanta a ver quién es patriota y quién no. Y al que haya que raspar, me lo raspas: aunque se apellide Pedrique.
Después hará que alguno de sus camaradas de guiso – uno, por ejemplo, cuyo apellido empieza por B- monte un negocio: una red interna de algo, la venta de una nueva flota de transporte para el Magallanes "del pueblo". Y pasará a lo micro: franelas rojas para todos los vendedores de cerveza, papita, maní y tostón.
Se mandará a hacer un palco especial con pantalla antibalas y ordenará que a cada juego asistan los empleados de la gobernación y de las alcaldías chavistas debidamente uniformados y así podrá hacer realidad la fantasía del líder: volver entrar a un juego de pelota... nombrará madrina del equipo a algún culito de turno, lanzará siempre la primera bola en los partidos importantes y cuando le salga del forro obligará a los jugadores a echarse una caimanera con él o con el mismísimo Comandante.
Y después, ay, empezará a joder con que ya es hora de cambiar ese colorcito azul…
No quiero ni imaginar qué pasaría si a Barreto le da por hacer lo mismo con los Leones…
La situación abre otras perspectivas funestas. Dijo Acosta Carlez que él decreta que el equipo –un nuevo eslogan: “Navegando hacia el deporte socialista”- pase a ser “patrimonio regional” o lo que sea y después va y se clava a todo el mundo porque él es la ley.
¿Y si después a algún otro insigne patriota le da por decretar, por ejemplo, que la Maizina Americana también es patrimonio venezolano? ¿O las compotas Gerber? ¿O el Diablitos? ¿O la Harina P.A.N? ¿O el Ponche Crema, único de Eliodro González P.?
¿O la Polarcita? ¿O los interiores Ovejita? ¿O las panelas de San Joaquín? ¿O la Boutique del Plátano en Maracaibo?
Esto se ve mal, muy mal.
miércoles, enero 31, 2007
lunes, enero 29, 2007
YONOFUI - El aplausómetro
El aplausómetro
Elvira Lindo 28/01/2007
LOS NIÑOS DEL MUNDO se dividen en dos grandes grupos:
a) Inocentones: los que miran el truco del mago con la boca abierta y cuando el mago les saca un huevo de la oreja pasan la tarde pensando cómo es posible que durante los ocho años que llevan habitando el planeta Tierra no hubieran advertido que tenían un huevo dentro del cráneo, al lado de la oreja. Cuando ya se rinden los Inocentones y deciden que hay cosas en este mundo que no tienen explicación y que es mejor tener fe sin más, comienzan a darle vueltas a una segunda cosa: ¿y cómo sabía el mago que ellos tenían un huevo dentro de la cabeza, quién se lo había dicho, eh?
b) Hijoputillas: se dice de aquellos otros niños que miran el truco del mago con la ceja levantada, intentando, desde que el espectáculo empieza, pillar al mago en un fallo, en un renuncio, localizar el cordón, el mecanismo que hace que el mago se saque el huevo de la manga y lo coloque con una rapidez supercalifragilística en la oreja del niño voluntario. El hijoputilla se ríe del Mago, se ríe del voluntario, se ríe de los niños Inocentes.
No es por insultar, pero está demostrado por neurobiólogos de todo el mundo que cada español lleva dentro de sí un hijoputilla. Más o menos desarrollado, pero lo lleva. Es genético, probablemente sea un bultillo que tenemos en el hipotálamo o por ahí cerca. Puede que en un futuro se pueda operar con láser, pero, a día de hoy, no hay español que se libre de su hijoputilla (incluidos los habitantes de las Comunidades Históricas). En realidad, podemos vivir con este lastre aunque nos impida disfrutar de la inocencia, y nos dota de un repelente sentido del ridículo.
El hijoputilla nos dificulta el aprendizaje de los idiomas, por ejemplo. Me lo dijo un profesor de inglés: al español le da vergüenza imitar los acentos, así que se empeña en conservar el suyo y además se ríe de los españoles que intentan imitar la música de otra lengua. Los tacha de snobs o directamente de gilipollas.
El hijoputilla tiene muy mala lengua. Al hijoputilla todos los extranjeros le parecen tontos. Los americanos hablan como Doña Croqueta y son infantiles; los ingleses, tan estirados que son ridículos; los franceses, pretenciosos y sin gracia; los japoneses, alienados; los portugueses, tristes; los latinoamericanos, lentos y demasiado educaditos... Y en medio de toda esa impresionante masa humana, el hijoputilla brilla, riéndose del mundo entero menos de él mismo, por supuesto.
Yo, una hijoputilla de a pie, me encontraba este mismo miércoles en un avión con destino al Caribe. Ahora está muy de moda decir que el tiempo en el avión es fabuloso para trabajar, hasta el punto de que se ha convertido en un lugar común, y como yo no me puedo resistir a los lugares comunes, me senté en mi asiento de camino a Cartagena de Indias y decidí dedicar el vuelo a pensar unos cuantos temas candentes para este artículo que ustedes hoy tienen la inmensa suerte de leer. Pensé: ¿Literatura y Caribe? ¿Literatura y guayabera? ¿Literatura y transpiración? ¿Consecuencias fatales del jet lag sobre la literatura del siglo XXI? ¿Podrán acabar los congresos de escritores de una vez por todas con la literatura?
En esas estaba cuando en el avión ocurrió algo verdaderamente extraordinario. Dos aeromozas de belleza insultante, como casi todas las colombianas, tomaron sendos micrófonos y anunciaron, haciendo gala del mejor español del mundo, que iban a repartir entre los pasajeros un papel en blanco para hacer un concurso. Se trataba de que los pasajeros hiciéramos una rima con Avianca, la compañía en la que viajábamos, y otras palabras relacionadas con el evento cultural cartagenero que se desarrolla esta semana, como Hay Festival o Literatura. Un poco por ahí. Nos daba un cuartito de hora. Luego pasaban a recoger los papeles, una mano inocente tomaba tres papeletas del saco y las aeromozas leían las tres poesías en voz alta. También se requería la colaboración del pasajero para el fallo: debíamos aplaudir con más o menos entusiasmo según el ingenio del poema y era finalmente la potencia del aplauso lo que decidía quién sería el ganador.
El ganador, por cierto, se llevaba un tickete (billete) de avión y el orgullo, no te lo pierdas, de ver reproducido su poema en un libro de poemas editado, por lo que he podido investigar, por la misma Avianca.
A la hijoputilla que llevo dentro le dio un ataque de risa incontenible y como estaba la pobre sola buscó desesperadamente alguna mirada cómplice entre los viajeros cercanos. Pero no, amigos, no la encontró.
Mientras la hijoputilla reía a mandíbula batiente, el resto de los viajeros estaba dedicado en cuerpo y alma a ejecutar la rima. Ella, la hijoputilla, tan digna, tan fisna, no se dignaba a apuntar nada, pero inventaba rimas mentalmente sin querer: "¡Mírala / no es manca / y viaja en Avianca!". "Soy una potranca / y viajo en Avianca"... y por el estilo. Las simpáticas aeromozas recogieron las papeletas. "Yo no", les dije, como dejando claro qué tipo de persona soy.
El resto de pasajeros votaron con ese sistema infalible que inventó Kiko Ledgard y que marcó toda una época: el aplausómetro. La hijoputilla que esto escribe no aplaudió. Ella no se relaja, ella siempre piensa que siempre hay un español sentado en el asiento de atrás dispuesto a reírse de ella. Pero el resto de los viajeros montaron un gran cachondeo soltando bravos a la rima más conseguida. Maldita sea, no tomé nota, pero sé que la cosa iba de altura y cultura. El viajero ganador se levantó a recoger su tickete. Aplausos. El avión empezó a descender yéndose de un lado a otro como un avioncillo de papel. Mientras la hijoputilla rezaba un formulario: "Señor mío Jesucristo", que es lo que hace siempre al despegar y al aterrizar, pensó: "¡Oh, Dios mío, si nos estrellamos, moriré en medio de un concurso literario, qué vergüenza!".
Elvira Lindo 28/01/2007
LOS NIÑOS DEL MUNDO se dividen en dos grandes grupos:
a) Inocentones: los que miran el truco del mago con la boca abierta y cuando el mago les saca un huevo de la oreja pasan la tarde pensando cómo es posible que durante los ocho años que llevan habitando el planeta Tierra no hubieran advertido que tenían un huevo dentro del cráneo, al lado de la oreja. Cuando ya se rinden los Inocentones y deciden que hay cosas en este mundo que no tienen explicación y que es mejor tener fe sin más, comienzan a darle vueltas a una segunda cosa: ¿y cómo sabía el mago que ellos tenían un huevo dentro de la cabeza, quién se lo había dicho, eh?
b) Hijoputillas: se dice de aquellos otros niños que miran el truco del mago con la ceja levantada, intentando, desde que el espectáculo empieza, pillar al mago en un fallo, en un renuncio, localizar el cordón, el mecanismo que hace que el mago se saque el huevo de la manga y lo coloque con una rapidez supercalifragilística en la oreja del niño voluntario. El hijoputilla se ríe del Mago, se ríe del voluntario, se ríe de los niños Inocentes.
No es por insultar, pero está demostrado por neurobiólogos de todo el mundo que cada español lleva dentro de sí un hijoputilla. Más o menos desarrollado, pero lo lleva. Es genético, probablemente sea un bultillo que tenemos en el hipotálamo o por ahí cerca. Puede que en un futuro se pueda operar con láser, pero, a día de hoy, no hay español que se libre de su hijoputilla (incluidos los habitantes de las Comunidades Históricas). En realidad, podemos vivir con este lastre aunque nos impida disfrutar de la inocencia, y nos dota de un repelente sentido del ridículo.
El hijoputilla nos dificulta el aprendizaje de los idiomas, por ejemplo. Me lo dijo un profesor de inglés: al español le da vergüenza imitar los acentos, así que se empeña en conservar el suyo y además se ríe de los españoles que intentan imitar la música de otra lengua. Los tacha de snobs o directamente de gilipollas.
El hijoputilla tiene muy mala lengua. Al hijoputilla todos los extranjeros le parecen tontos. Los americanos hablan como Doña Croqueta y son infantiles; los ingleses, tan estirados que son ridículos; los franceses, pretenciosos y sin gracia; los japoneses, alienados; los portugueses, tristes; los latinoamericanos, lentos y demasiado educaditos... Y en medio de toda esa impresionante masa humana, el hijoputilla brilla, riéndose del mundo entero menos de él mismo, por supuesto.
Yo, una hijoputilla de a pie, me encontraba este mismo miércoles en un avión con destino al Caribe. Ahora está muy de moda decir que el tiempo en el avión es fabuloso para trabajar, hasta el punto de que se ha convertido en un lugar común, y como yo no me puedo resistir a los lugares comunes, me senté en mi asiento de camino a Cartagena de Indias y decidí dedicar el vuelo a pensar unos cuantos temas candentes para este artículo que ustedes hoy tienen la inmensa suerte de leer. Pensé: ¿Literatura y Caribe? ¿Literatura y guayabera? ¿Literatura y transpiración? ¿Consecuencias fatales del jet lag sobre la literatura del siglo XXI? ¿Podrán acabar los congresos de escritores de una vez por todas con la literatura?
En esas estaba cuando en el avión ocurrió algo verdaderamente extraordinario. Dos aeromozas de belleza insultante, como casi todas las colombianas, tomaron sendos micrófonos y anunciaron, haciendo gala del mejor español del mundo, que iban a repartir entre los pasajeros un papel en blanco para hacer un concurso. Se trataba de que los pasajeros hiciéramos una rima con Avianca, la compañía en la que viajábamos, y otras palabras relacionadas con el evento cultural cartagenero que se desarrolla esta semana, como Hay Festival o Literatura. Un poco por ahí. Nos daba un cuartito de hora. Luego pasaban a recoger los papeles, una mano inocente tomaba tres papeletas del saco y las aeromozas leían las tres poesías en voz alta. También se requería la colaboración del pasajero para el fallo: debíamos aplaudir con más o menos entusiasmo según el ingenio del poema y era finalmente la potencia del aplauso lo que decidía quién sería el ganador.
El ganador, por cierto, se llevaba un tickete (billete) de avión y el orgullo, no te lo pierdas, de ver reproducido su poema en un libro de poemas editado, por lo que he podido investigar, por la misma Avianca.
A la hijoputilla que llevo dentro le dio un ataque de risa incontenible y como estaba la pobre sola buscó desesperadamente alguna mirada cómplice entre los viajeros cercanos. Pero no, amigos, no la encontró.
Mientras la hijoputilla reía a mandíbula batiente, el resto de los viajeros estaba dedicado en cuerpo y alma a ejecutar la rima. Ella, la hijoputilla, tan digna, tan fisna, no se dignaba a apuntar nada, pero inventaba rimas mentalmente sin querer: "¡Mírala / no es manca / y viaja en Avianca!". "Soy una potranca / y viajo en Avianca"... y por el estilo. Las simpáticas aeromozas recogieron las papeletas. "Yo no", les dije, como dejando claro qué tipo de persona soy.
El resto de pasajeros votaron con ese sistema infalible que inventó Kiko Ledgard y que marcó toda una época: el aplausómetro. La hijoputilla que esto escribe no aplaudió. Ella no se relaja, ella siempre piensa que siempre hay un español sentado en el asiento de atrás dispuesto a reírse de ella. Pero el resto de los viajeros montaron un gran cachondeo soltando bravos a la rima más conseguida. Maldita sea, no tomé nota, pero sé que la cosa iba de altura y cultura. El viajero ganador se levantó a recoger su tickete. Aplausos. El avión empezó a descender yéndose de un lado a otro como un avioncillo de papel. Mientras la hijoputilla rezaba un formulario: "Señor mío Jesucristo", que es lo que hace siempre al despegar y al aterrizar, pensó: "¡Oh, Dios mío, si nos estrellamos, moriré en medio de un concurso literario, qué vergüenza!".
domingo, enero 28, 2007
SOCIALISTANDO – Barreto está ocupado
Dijo Juan Barreto hace algunos días que su verdadera misión era acabar con la Alcaldía Mayor. De eso, alcalde, no hay dudas posibles.
En realidad su labor secreta parece extenderse más allá: no sólo desmantelar al organismo con una estrategia de implosión a punta de cargas de ineficiencia y malandraje, sino que colabora activamente en escoñetar a Caracas y al Distrito Metropolitano, y a la Gran Caracas y a todo lo que se le ponga a tiro.
Su agenda es reveladora. Ya sabemos que Barreto no se ahorra demostraciones de caradurismo, pero la publicación de avisos de prensa titulados “Agenda Cumplida”, ya es algo más: es una burla.
Este domingo 28 la leo en Ultimas Noticias. Sus labores del lunes arrancan apenas a las 10 de la mañana con una reunión con el presidente del Centro Simón Bolívar. ¿Y qué hizo antes? ¿Pasar el ratón? ¿Hacerse masajes? ¿Escribir otro libro ininteligible? Vaya usted a saber. A la 1 pm es su segundo compromiso del día: evaluación de los consejos comunales de Petare. Muy bien Barreto, ese es un mandato del jefe.
Pero apenas a las 9 de la noche es que le espera una nueva tarea: ir a hablar pendejadas de trabajo duro y socialismo en el programa de Vanessa Davies en VTV.
El martes, supone uno que quedó agotado, su agenda comienza más tarde, a las 11 am, con una “inspección de obras”. ¿Qué inspeccionó? ¿Serán las obras en la cocina de algún restaurante? No debe haber inspeccionado un carajo, en realidad. Primero porque ¿cuáles obras hace esta Alcaldía? Y segundo, porque a las 2 pm ya le tocaba otra ronda de habladera con periodistas en el despacho, hasta las 4 pm cuando llegaban los concejales a encontrarse con él. ¿Y después? Nada: no hay más citas. Otra dura jornada ha terminado.
El miércoles volvió a trabajar para su pueblo: firmó “documentos” en la mañana –así, “documentos”, una vaina pesadísima de hacer- y a las 10 de la noche fue a La Hojilla, a frotarse barba con barba con esa mierda llamada Mario Silva.
El resto de la semana es más o menos igual. Enero, ya se sabe, es un mes medio muerto, la resaca de diciembre… Es tan escaso el trabajo en estos días que Barreto incluye como una labor cumplida su asistencia –como mero invitado- al Tribunal Supremo a la apertura del año judicial.
Coño alcalde, qué cosa más jodida es tener las riendas de la ciudad. Pero usted, al igual que el líder, sí que sabe cómo es que se gobierna. Con compatriotas de este nivel, el socialismo del siglo XXI es pan comido.
En realidad su labor secreta parece extenderse más allá: no sólo desmantelar al organismo con una estrategia de implosión a punta de cargas de ineficiencia y malandraje, sino que colabora activamente en escoñetar a Caracas y al Distrito Metropolitano, y a la Gran Caracas y a todo lo que se le ponga a tiro.
Su agenda es reveladora. Ya sabemos que Barreto no se ahorra demostraciones de caradurismo, pero la publicación de avisos de prensa titulados “Agenda Cumplida”, ya es algo más: es una burla.
Este domingo 28 la leo en Ultimas Noticias. Sus labores del lunes arrancan apenas a las 10 de la mañana con una reunión con el presidente del Centro Simón Bolívar. ¿Y qué hizo antes? ¿Pasar el ratón? ¿Hacerse masajes? ¿Escribir otro libro ininteligible? Vaya usted a saber. A la 1 pm es su segundo compromiso del día: evaluación de los consejos comunales de Petare. Muy bien Barreto, ese es un mandato del jefe.
Pero apenas a las 9 de la noche es que le espera una nueva tarea: ir a hablar pendejadas de trabajo duro y socialismo en el programa de Vanessa Davies en VTV.
El martes, supone uno que quedó agotado, su agenda comienza más tarde, a las 11 am, con una “inspección de obras”. ¿Qué inspeccionó? ¿Serán las obras en la cocina de algún restaurante? No debe haber inspeccionado un carajo, en realidad. Primero porque ¿cuáles obras hace esta Alcaldía? Y segundo, porque a las 2 pm ya le tocaba otra ronda de habladera con periodistas en el despacho, hasta las 4 pm cuando llegaban los concejales a encontrarse con él. ¿Y después? Nada: no hay más citas. Otra dura jornada ha terminado.
El miércoles volvió a trabajar para su pueblo: firmó “documentos” en la mañana –así, “documentos”, una vaina pesadísima de hacer- y a las 10 de la noche fue a La Hojilla, a frotarse barba con barba con esa mierda llamada Mario Silva.
El resto de la semana es más o menos igual. Enero, ya se sabe, es un mes medio muerto, la resaca de diciembre… Es tan escaso el trabajo en estos días que Barreto incluye como una labor cumplida su asistencia –como mero invitado- al Tribunal Supremo a la apertura del año judicial.
Coño alcalde, qué cosa más jodida es tener las riendas de la ciudad. Pero usted, al igual que el líder, sí que sabe cómo es que se gobierna. Con compatriotas de este nivel, el socialismo del siglo XXI es pan comido.
jueves, enero 25, 2007
QUEALGOQUEDA – Las intrigas de Salvador Fleján
Así que esto era lo que traía Fleján…
En la librería tuve dos textos en las manos: el de Fedosy Santaella y el de Fleján. Y pensaba: ¿cuál me llevo?
Ya sé que había dicho que saldría corriendo a comprar Intriga en el Car Wash, pero no lo hice tan rápido y entre una cosa y otra encontré que el tal Fedosy (¿qué clase de nombre es ese mi pana?) tiene a demalamadre en los links de su blog. ¿Eso podría llevarme a preferir su libro? Casi casi… pero desistí cuando pasé rápidamente las páginas y vi unos poemitas y en estos días no ando para poemas.
Y me senté a leer los cuentos de Salvador Fleján, un tipo que nació en Caracas en 1966 y estudió Letras en la UCV y se ganó dos o tres premios, uno de ellos en Táchira y otro que da la sociedad de autores Sacven, una vaina que hasta el momento pensaba que se ocupaba sólo de los músicos.
Quienes se aventuraron en esa vorágine de chismes, comentarios desquiciados, delirios fílmicos y una que otra apreciación razonable en que se convirtió el post “Caerse a cuentos”, recordarán que un comentario de Ada, en el que se autoproclamaba como la única de esta comarca con suficiente conocimiento de la literatura, proponía un relato de Fleján como lo mejor de la antología-que-no- es-antología, Las voces secretas.
A partir de ahí, la imagen de Fleján cobró vida en el imaginario hasta transformarse en un protegido de la mafia de Federico Vegas y el gordo Tonelada o, según una variante más fuerte de la especulación, en el tipo que se templaba a todos los “antologístas” de este país. Y además le dijeron feo, malasangre, autista y otras tantas cosas (la “reyerta”, por cierto, le gustó tanto a Luis Barrera Linares que hasta le dedicó un post en su blog, cosa que se le agradece).
En lo único que coincidieron los comentarios fue en calificarlo de gran cuentista. Y, carajo, sí que lo es.
Los cuentos de Intriga en el Car Wash tienen un tono y un ritmo que no te deja en paz. Es difícil soltar el libro. Y Fleján termina siendo un tremendo observador, con una sorprendente habilidad para apropiarse de situaciones e historias de la realidad y procesarlas construyéndoles un apéndice, un anexo que es su cuento, en el que están sus personajes conectados con ese hecho real. O algo así.
El cuento Albóndiga en salsa, sigo con la idea, es la recreación de la historia del músico de la Dimensión Latina contada con el aporte del tumbao Fleján y salpimentada quizás con un relato clásico de la leyenda narco. Y Grandeliga –uno que me mandó a leer “un librero”- toma y versiona el caso de un pelotero venezolano jugador en la liga taiwanesa que, efectivamente, murió en Taipei (debo averiguar si fue de un ataque al corazón, si se suicidó o si lo mataron, si alguien conoce a algún taiwanés, haga el favor de preguntarle porque tengo la vaga impresión de que fue suicidio).
Así que esto era lo que traía Fleján… un libro que hay que leer: lo demás, es paja.
En la librería tuve dos textos en las manos: el de Fedosy Santaella y el de Fleján. Y pensaba: ¿cuál me llevo?
Ya sé que había dicho que saldría corriendo a comprar Intriga en el Car Wash, pero no lo hice tan rápido y entre una cosa y otra encontré que el tal Fedosy (¿qué clase de nombre es ese mi pana?) tiene a demalamadre en los links de su blog. ¿Eso podría llevarme a preferir su libro? Casi casi… pero desistí cuando pasé rápidamente las páginas y vi unos poemitas y en estos días no ando para poemas.
Y me senté a leer los cuentos de Salvador Fleján, un tipo que nació en Caracas en 1966 y estudió Letras en la UCV y se ganó dos o tres premios, uno de ellos en Táchira y otro que da la sociedad de autores Sacven, una vaina que hasta el momento pensaba que se ocupaba sólo de los músicos.
Quienes se aventuraron en esa vorágine de chismes, comentarios desquiciados, delirios fílmicos y una que otra apreciación razonable en que se convirtió el post “Caerse a cuentos”, recordarán que un comentario de Ada, en el que se autoproclamaba como la única de esta comarca con suficiente conocimiento de la literatura, proponía un relato de Fleján como lo mejor de la antología-que-no- es-antología, Las voces secretas.
A partir de ahí, la imagen de Fleján cobró vida en el imaginario hasta transformarse en un protegido de la mafia de Federico Vegas y el gordo Tonelada o, según una variante más fuerte de la especulación, en el tipo que se templaba a todos los “antologístas” de este país. Y además le dijeron feo, malasangre, autista y otras tantas cosas (la “reyerta”, por cierto, le gustó tanto a Luis Barrera Linares que hasta le dedicó un post en su blog, cosa que se le agradece).
En lo único que coincidieron los comentarios fue en calificarlo de gran cuentista. Y, carajo, sí que lo es.
Los cuentos de Intriga en el Car Wash tienen un tono y un ritmo que no te deja en paz. Es difícil soltar el libro. Y Fleján termina siendo un tremendo observador, con una sorprendente habilidad para apropiarse de situaciones e historias de la realidad y procesarlas construyéndoles un apéndice, un anexo que es su cuento, en el que están sus personajes conectados con ese hecho real. O algo así.
El cuento Albóndiga en salsa, sigo con la idea, es la recreación de la historia del músico de la Dimensión Latina contada con el aporte del tumbao Fleján y salpimentada quizás con un relato clásico de la leyenda narco. Y Grandeliga –uno que me mandó a leer “un librero”- toma y versiona el caso de un pelotero venezolano jugador en la liga taiwanesa que, efectivamente, murió en Taipei (debo averiguar si fue de un ataque al corazón, si se suicidó o si lo mataron, si alguien conoce a algún taiwanés, haga el favor de preguntarle porque tengo la vaga impresión de que fue suicidio).
Así que esto era lo que traía Fleján… un libro que hay que leer: lo demás, es paja.
YONOFUI - Alárgalo que hay 15 millones de mamis esperando
(De entre toda la basura que llega por mail, eso que llaman spam, rescaté esta joya de la mercadotecnia. Los argumentos para convencerte de comprar los manuales son del carajo. Y los temas y capítulos de las guías son un delirio. Esta "maravilla" la venden en mercadolibre.com, pero suprimí los links porque la tal Johana Nanrajo que manda los correos no puede estar aprovechándose de mis lectores... la vaina, para que sepan, cuesta 15 mil bolívares. Y unos cuantos desesperaron por comprarla)
Asunto: Conquista Mujeres, Alarga tu pene (Con Videos), Regalos para Navidad
¡¡¡La solucion a tus problemas ya esta aqui!!! >
Por solo Bs. 15.000, obtendras una minuciosa seleccion de completos manuales Y VIDEOS que tienen todas las explicaciones para convertirte en el objeto de deseo de todas las mujeres.
Desde el primer paso, como conocerlas, conquistarlas, tratarlas, para luego llevarlas a la cama... hasta todas las tecnicas que te llevaran a darle mayor placer ¿Como hacerle sexo oral a una mujer? ¿Como masturbarlas? ¿Como hacer que tu pene crezca? ¿Como controlar tu eyaculacion precoz? ¿Como hacerle sexo anal? ¿Como estimular su punto G? ¿Como complacer sus fantasias sexuales? ¿Cuales posiciones del Kamasutra debes usar y en que momento? ¿Como piensa una mujer virgen? ¿Que hacer para que no se sientan cohibidas? Todas tus preguntas encontraron respuesta!!
Un gran grupo de doctores, filosofos y cientificos han invertido horas de su trabajo para poder lograr esta fuente de conocimiento que te haran ser un campeon en la cama.
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Alargamiento del pene (Con Videos de Apoyo) ¡ Todas las tecnicas y ejercicios que necesitas para poder agrandar tu miembro rapidamente!
* Manual de Maestre
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Conquistar Mujeres
Todo lo que necesitas para comprender el misterioso universo femenino, conseguir chicas y llevarlas a la cama. Mas de 300 paginas de largos estudios sobre la materia, con guias sencillas que te diran como y en que momento actuar.
* Arte y Ciencia de la Seduccion
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* El Arte de la Seduccion
* Manual de Seduccion con tecnicas de PNL
* Manual de seduccion para mujeres.
Eyaculacion Precoz
Todos tus problemas estaran solucionados, ahora si seras un campeon con tu pareja.
* ¿Como superar la eyaculacion precoz?
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Kamasutra
Todas las posiciones, con sus pros y contras, todo lo que necesitas saber para complacer a tu pareja.
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Masturbacion
Con tus manos podras hacer feliz a tu pareja y tambien darte placer a ti mismo. Sorprendela y date un gusto tu tambien.
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* Manual de tecnicas de masturbacion masculina (Para hombres y mujeres).
Sexo Anal
Como hacerlo, que tecnicas usar, como disminuir el dolor y aumentar el placer. No necesitas saber mas nada que no este aca.
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Guia del sexo anal.
Sexo Oral
No solo sabras como darle mayor placer con usando tu boca sino que tambien podras explicarle como ser cuidadosa para excitarte mas ¿Acaso no te han dado una mordida dolorosa? ¿No te molesta que te aparte de alla abajo cuando estas haciendo tu trabajo? ¡Ya no sufriras mas!
* ¿Como comerselo a una chica? (Por Torbe, la estrella del porno español)
* Guia ilustrada del sexo oral para hombres y mujeres
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Y de regalo:
* Como tener un orgasmo para mujeres
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viernes, enero 19, 2007
JARTERAPOP - Calamaro consiguió su karaoke
Nunca fui, a dios gracias, fan de Andrés Calamaro. Aunque reconozco que hay algunas canciones de su época de Los Rodríguez y algunas de su carrera en solitario que me gustan. La cosa es que cuando editó El salmón me confirmó algo que ya venía barruntando: Calamaro cree que todo lo que escribe es bueno, que sólo por el hecho de que lo escribió él ya "eso" es suficiente para que se convierta en una canción del carajo.
Esa es mi visión generosa y complaciente.
La otra es ésta: Calamaro es un falta de respeto, un tipo a quien le importa muy poco esa gente que compra sus discos y que está convencido de que siempre hay unas cuantas miles de personas que se regocijarán con cualquier basura que él les lance.
Y se las lanza. Sólo que generalmente, en esos restos que tira a la calle, se cuelan dos o tres buenas piezas que perfuman la hediondez del resto. Y por eso le llaman "genio", especialmente en su país.
Ciertamente es un tipo buena onda, capaz de hacer líneas extraordinarias, pero justamente por eso es que molesta la displicencia con la que "resuelve" sus discos.
He estado escuchando, por puro empeño, su nuevo cd: El Palacio de las flores. Dicen que Calamaro ha venido atravesando un periodo de crisis creativa y en medio de eso, se decidió por versionar, una faceta que le queda muy bien cuando se trata de tangos tal como lo hizo con Tinta roja.
Con El Palacio de las flores, dicen, sale de ese bajón. Pero no lo creo. Una reseña en la revista Rolling Stone Latinoamérica, lo pinta como el gran trabajo y le da sus cuatro estrellitas. De vaina que no le puso carita feliz. El autor del review es, oh qué cosa, argentino... y venera al maestro.
Pero Calamaro se buscó la peor compañía para tratar de salir de la sequía. Tanto, que ni siquiera se puede decir que salió porque en este cd hasta se versiona a sí mismo. Litto Nebbia es ese compañero: uno de esos figurones de la escena musical argentina a quien imagino claramente de piernas abiertas recibiendo -todavía, en el siglo XXI- carretadas de Nueva Trova cubana, con sus Pablo y sus Silvio y toda su caspa disfrazada de poesía y de un humanismo acomodaticio del tipo que es tan pero tan sensible y tan poeta que no puede ver las atrocidades del gobierno que los subvenciona y les concede la gracia de dejarles cantar.
Lo que hizo Litto Nebbia produciendo este disco fue montarle un karaoke a Calamaro: le puso una banda muy lucida, muy correcta, tocando una musiquita que nada tiene que ver con Calamaro y que bien podría sonar por su cuenta, sin cantante, en cualquier sala de espera de un dentista.
Sobre eso, que más bien parece una sucesión de pistas compuestas por Pablo Milanés, canta Calamaro cuesta abajo en su rodada, pero también le podría funcionar a Jorge Rigó, a Luis Miguel o a esa pava ambulante apellidada Arjona.
Y si no fuera suficiente con el daño que le hace al pana, el funesto Litto también aporta el horror de su voz en algunos temas.
A veces, Andrés, parece que sí es cierto que es mejor andar solo que mal acompañado.
Esa es mi visión generosa y complaciente.
La otra es ésta: Calamaro es un falta de respeto, un tipo a quien le importa muy poco esa gente que compra sus discos y que está convencido de que siempre hay unas cuantas miles de personas que se regocijarán con cualquier basura que él les lance.
Y se las lanza. Sólo que generalmente, en esos restos que tira a la calle, se cuelan dos o tres buenas piezas que perfuman la hediondez del resto. Y por eso le llaman "genio", especialmente en su país.
Ciertamente es un tipo buena onda, capaz de hacer líneas extraordinarias, pero justamente por eso es que molesta la displicencia con la que "resuelve" sus discos.
He estado escuchando, por puro empeño, su nuevo cd: El Palacio de las flores. Dicen que Calamaro ha venido atravesando un periodo de crisis creativa y en medio de eso, se decidió por versionar, una faceta que le queda muy bien cuando se trata de tangos tal como lo hizo con Tinta roja.
Con El Palacio de las flores, dicen, sale de ese bajón. Pero no lo creo. Una reseña en la revista Rolling Stone Latinoamérica, lo pinta como el gran trabajo y le da sus cuatro estrellitas. De vaina que no le puso carita feliz. El autor del review es, oh qué cosa, argentino... y venera al maestro.
Pero Calamaro se buscó la peor compañía para tratar de salir de la sequía. Tanto, que ni siquiera se puede decir que salió porque en este cd hasta se versiona a sí mismo. Litto Nebbia es ese compañero: uno de esos figurones de la escena musical argentina a quien imagino claramente de piernas abiertas recibiendo -todavía, en el siglo XXI- carretadas de Nueva Trova cubana, con sus Pablo y sus Silvio y toda su caspa disfrazada de poesía y de un humanismo acomodaticio del tipo que es tan pero tan sensible y tan poeta que no puede ver las atrocidades del gobierno que los subvenciona y les concede la gracia de dejarles cantar.
Lo que hizo Litto Nebbia produciendo este disco fue montarle un karaoke a Calamaro: le puso una banda muy lucida, muy correcta, tocando una musiquita que nada tiene que ver con Calamaro y que bien podría sonar por su cuenta, sin cantante, en cualquier sala de espera de un dentista.
Sobre eso, que más bien parece una sucesión de pistas compuestas por Pablo Milanés, canta Calamaro cuesta abajo en su rodada, pero también le podría funcionar a Jorge Rigó, a Luis Miguel o a esa pava ambulante apellidada Arjona.
Y si no fuera suficiente con el daño que le hace al pana, el funesto Litto también aporta el horror de su voz en algunos temas.
A veces, Andrés, parece que sí es cierto que es mejor andar solo que mal acompañado.
jueves, enero 18, 2007
CERDITOSENELESPACIO - En Plutón el tamaño sí importa
Plutón está frito. Es un pobre planeta-enano. O un enano, a secas.
La edición diciembre-enero de la revista Gatopardo trae un reportaje excelente, escrito con gran estilo, en el que recoge la hazaña de unos astrónomos uruguayos –Gonzalo Tancredi, Julio Angel Fernández y Tabaré Gallardo- que tumbaron a Plutón de su sitial en el sistema solar.
Ahora sólo tenemos 8 planetas y es toda una ironía que desde una ciudad, Montevideo, que no se caracteriza por su condición ni de moderna ni de avanzada, lanzaron las piedras que alborotaron la guerra plutónica, como lo dice –medio en joda, muy en serio- el cronista que firma la nota.
Lo más loco de la historia es que hubo una gran reacción en defensa de Plutón. Tal como cuenta el reportaje, al planeta que en inglés se llama Pluto, como el personaje de Walt Disney, lo descubrieron apenas en 1930. Y fueron, con ese nombre no podía ser de otra manera, unos gringos. ¿Y de dónde viene el rechazo a la expulsión de ese pedazo de materia espacial? Pues, claro, de Estados Unidos.
Clyde Tombaugh fue el astrónomo estadounidense que dijo que Plutón era un planeta. Y ahora resulta que se peló. Pero Al Tombaugh, su hijo, y otro montón de gente llegaron incluso a organizar protestas públicas con pancartas que dicen: “El tamaño no importa”, como si estuvieran hablando de penes.
Muchos miembros de la Unión Astronómica Internacional también rechazan esa verdad y sólo con una accionar casi guerrillero, los científicos sureños lograron que una buena parte de sus colegas entendieran el punto: en resumen, que Plutón es un pequeñín que no ejerce influencia alguna entre sus vecinos, otros pedazos de roca espacial o algo así, que flotan muy cerca de él. Plutón, dice Tancredi, podría no estar allí y nada pasaría: es como Pablo Medina.
De astronomía nada sé. La única estrella que me es realmente familiar es la Estrella de la Muerte. Y en esa, ya se sabe, había vida y Darth Vader ejercía con maña la práctica del terror.
Pero la historia de la degradación de Pluto es fascinante.
Cosas de la globalización, no deja de ser divertido que el “gran” observatorio de Uruguay llamado Los Molinos es un bicho vetusto cuya capacidad actual es apenas comparable a la que tenía el observatorio de Arizona que permitió el descubrimiento de Plutón hace 76 años. Dice la nota que con una inversión de sólo 7 mil dólares el campo de observación de esa antigualla se multiplicaría por 9. Con lo cual se me antoja dibujar al presidente Tabaré como un roñoso pichirre que debería rebuscarse en los bolsillos a ver si encuentra esa platica antes de que llegue su colega venezolano a confiscarle el telescopio a cambio de pintarlo de rojo y añadirle el adjetivo “bolivariano” al aparato.
Lo otro es pensar un poco: ¿es así cómo se plantea el mapa del sistema solar? Unos tipos se reúnen, otros hacen campaña en contra y ¡zuas!, ya no tenemos planeta noveno.
Los astrólogos, esa raza bastarda que busca señales allá arriba, están de luto: a la base de sus predicciones le sacudieron la alfombra y los dejaron con las nalgas en el suelo.
Habrá que esperar que lleguen los extraterrestres, que pudieran estar muy molestos en este momento, a poner orden en el mapa espacial… y –ojalá- en los galácticos del Real Madrid que se han convertido en un circo de jugadores-enanos…
La edición diciembre-enero de la revista Gatopardo trae un reportaje excelente, escrito con gran estilo, en el que recoge la hazaña de unos astrónomos uruguayos –Gonzalo Tancredi, Julio Angel Fernández y Tabaré Gallardo- que tumbaron a Plutón de su sitial en el sistema solar.
Ahora sólo tenemos 8 planetas y es toda una ironía que desde una ciudad, Montevideo, que no se caracteriza por su condición ni de moderna ni de avanzada, lanzaron las piedras que alborotaron la guerra plutónica, como lo dice –medio en joda, muy en serio- el cronista que firma la nota.
Lo más loco de la historia es que hubo una gran reacción en defensa de Plutón. Tal como cuenta el reportaje, al planeta que en inglés se llama Pluto, como el personaje de Walt Disney, lo descubrieron apenas en 1930. Y fueron, con ese nombre no podía ser de otra manera, unos gringos. ¿Y de dónde viene el rechazo a la expulsión de ese pedazo de materia espacial? Pues, claro, de Estados Unidos.
Clyde Tombaugh fue el astrónomo estadounidense que dijo que Plutón era un planeta. Y ahora resulta que se peló. Pero Al Tombaugh, su hijo, y otro montón de gente llegaron incluso a organizar protestas públicas con pancartas que dicen: “El tamaño no importa”, como si estuvieran hablando de penes.
Muchos miembros de la Unión Astronómica Internacional también rechazan esa verdad y sólo con una accionar casi guerrillero, los científicos sureños lograron que una buena parte de sus colegas entendieran el punto: en resumen, que Plutón es un pequeñín que no ejerce influencia alguna entre sus vecinos, otros pedazos de roca espacial o algo así, que flotan muy cerca de él. Plutón, dice Tancredi, podría no estar allí y nada pasaría: es como Pablo Medina.
De astronomía nada sé. La única estrella que me es realmente familiar es la Estrella de la Muerte. Y en esa, ya se sabe, había vida y Darth Vader ejercía con maña la práctica del terror.
Pero la historia de la degradación de Pluto es fascinante.
Cosas de la globalización, no deja de ser divertido que el “gran” observatorio de Uruguay llamado Los Molinos es un bicho vetusto cuya capacidad actual es apenas comparable a la que tenía el observatorio de Arizona que permitió el descubrimiento de Plutón hace 76 años. Dice la nota que con una inversión de sólo 7 mil dólares el campo de observación de esa antigualla se multiplicaría por 9. Con lo cual se me antoja dibujar al presidente Tabaré como un roñoso pichirre que debería rebuscarse en los bolsillos a ver si encuentra esa platica antes de que llegue su colega venezolano a confiscarle el telescopio a cambio de pintarlo de rojo y añadirle el adjetivo “bolivariano” al aparato.
Lo otro es pensar un poco: ¿es así cómo se plantea el mapa del sistema solar? Unos tipos se reúnen, otros hacen campaña en contra y ¡zuas!, ya no tenemos planeta noveno.
Los astrólogos, esa raza bastarda que busca señales allá arriba, están de luto: a la base de sus predicciones le sacudieron la alfombra y los dejaron con las nalgas en el suelo.
Habrá que esperar que lleguen los extraterrestres, que pudieran estar muy molestos en este momento, a poner orden en el mapa espacial… y –ojalá- en los galácticos del Real Madrid que se han convertido en un circo de jugadores-enanos…
martes, enero 16, 2007
QUEALGOQUEDA - Juanita y Los girasoles ciegos
Empecé a leer País de plomo, de la periodista colombiana Juanita León.
Debo decir, con todo el prejuicio del mundo, que no me ha sido dado confiar en esa gente bautizada por sus padres con nombres en diminutivo. Pero ese no es el punto.
Lo empecé y he tenido que vencer al sueño pese a que los relatos recogidos por esta periodista salida de lote son tremendos: terribles y tremendas. Su libro cuenta las historias “paralelas” a las que tuvo acceso durante su consecuente y bien documentada cobertura de los actores armados que hacen vida y reparten muerte en el interminable conflicto colombiano.
Claro, decir “actores” es ser condescendiente: estos tipos, sean guerrilla o paramilitares, a mi entender, no son más que pandillas de malditos delincuentes, asesinos, salvajes, que se amparan en oxidados, baboseados y mancillados “principios” para justificar su persistencia como maleantes de uniforme camuflado que hacen comparsa a ese negocio mil millonario que consiste en producir drogas para llevarlas de un lugar a otro sin importar el reguero de muertos que queden en el camino.
Todo, como es habitual, se reduce a mantener una mera actividad mercantil a costa de los más débiles, a una forma de vida que no tiene vuelta atrás, a una manera de justificar la podredumbre bajo el manto de una pretendida justicia social en la que ni siquiera ellos mismos deben creer al sol de hoy.
Eso es lo que pienso, a diferencia de tanto imbécil que le confiere a la guerrilla un aura justiciera que está bien lejos de la realidad: guerrilleros y paracos son la misma mierda, la misma plaga, la misma basura humana que asesina, pone bombas, siembra minas, viola, castra, mutila familias, secuestra, roba, tortura…
Pero ese tampoco es el punto con el libro.
Juanita, con su maestría de periodismo en Nueva York, su carita de chica bien y sus modales de princesa culta, es una mujer valiente. Eso lo reconozco y lo aplaudo. Se fajó en esos montes, seguro comió frijoles a lo pobre y descargó su cuerpo en algún matorral sin tener a mano papel del suave para asear sus delicadas partes. Juanita se comportó, especulo, como una guerrera. Y se la jugó durante un buen tiempo en una zona en la que hay que tener más que un par de bolas bien puestas para entrarle porque allí no hay respeto por vida alguna.
Pero no le perdono su insípido estilo para narrar historias. Y menos aún después que leo en su introducción que al menos tres o cuatro manos pasaron por sus textos en labores de corrección: coño, nadie, ninguno de esos carajos a quienes les agradece su ayuda para pulir los textos pudo advertirle que: 1) le pusiera algo de corazón a la narración; y 2) que estaba repitiendo palabras y adjetivos como si no existieran suficientes diccionarios de sinónimos.
A mi, no sé a ustedes, eso me jode. Y mucho.
Así que me detuve en la página 130 y busqué otro libro que esperaba en la torre en la que acumulo las lecturas pendientes. Se llama Los girasoles ciegos y su autor, un español, es Alberto Méndez, un licenciado en Filosofía y Letras por la Complutense de Madrid.
No hay comparación entre ambos textos, para ser justos: uno es periodismo y el otro literatura. Pero no me importa.
Mi ejemplar del libro de Méndez es de la decimotercera edición desde que se publicara –Anagrama- por vez primera en enero de 2004. Ese mismo año, por desgracia, murió este autor que pudo haber dado un montón. Su libro recibió, para completar el panorama biográfico, el premio de la crítica y el nacional de narrativa. Y es, como dirían por allá, la hostia…
Los girasoles ciegos también trata un conflicto armado desde el punto de vista de la cotidianidad, pavorosa, de las víctimas de la guerra civil española. Y lo hace, otra diferencia con Juanita, desde el territorio de la ficción, con todas las licencias narrativas que el género permite. Así que no me jodan: ya he dicho que no hay comparación… pero se me antoja hablar de estilos.
El libro del finado Méndez es luminoso. Un extracto de la crítica hecha por Francisco Solano en el diario El País dice:
“Posee la impronta y el delirio de un libro pensado durante toda una vida; cada línea se registra como si fuera la última que se escribe…”.
Y, mira tú, a lo mejor fueron las últimas líneas que escribió el hombre.
No crean que le voy a entrar aquí al libro dándomelas de Rafael Osío –a quien, aprovecho para agradecerle el detalle de tener a demalamadre entre los links recomendados de su blog-, así que a mi vulgar manera se los puedo describir como acojonante. Son cuatro relatos de extensión media, algunos de los cuales se entrecruzan, en los que siempre gana la muerte y la barbarie porque de una manera u otra sus personajes pagan su condición de derrotados, pero en los que alcanzamos a recibir destellos de esas vidas gloriosas o rastreras con las que acabó el franquismo al término de la guerra. Y están escritos con luz, con el corazón volcado al teclado, pero sin apelar –se agradece- a la ramplona cursilería.
No sé si se consigue en las librerías venezolanas, mi ejemplar llegó de Madrid, pero se puede intentar. En cuanto a Juanita, pues lo siento: fue malo para ella, en mi pequeño y mezquino mundo, que yo soltara el suyo para tomar el de Méndez (¿me comprendes, Méndez?). Pero, qué carajo, así de caprichosos somos los lectores, los que no escribimos nada, los que no tenemos obra, los que no aportamos nada.
Me va a costar pasar a la página 131.
Debo decir, con todo el prejuicio del mundo, que no me ha sido dado confiar en esa gente bautizada por sus padres con nombres en diminutivo. Pero ese no es el punto.
Lo empecé y he tenido que vencer al sueño pese a que los relatos recogidos por esta periodista salida de lote son tremendos: terribles y tremendas. Su libro cuenta las historias “paralelas” a las que tuvo acceso durante su consecuente y bien documentada cobertura de los actores armados que hacen vida y reparten muerte en el interminable conflicto colombiano.
Claro, decir “actores” es ser condescendiente: estos tipos, sean guerrilla o paramilitares, a mi entender, no son más que pandillas de malditos delincuentes, asesinos, salvajes, que se amparan en oxidados, baboseados y mancillados “principios” para justificar su persistencia como maleantes de uniforme camuflado que hacen comparsa a ese negocio mil millonario que consiste en producir drogas para llevarlas de un lugar a otro sin importar el reguero de muertos que queden en el camino.
Todo, como es habitual, se reduce a mantener una mera actividad mercantil a costa de los más débiles, a una forma de vida que no tiene vuelta atrás, a una manera de justificar la podredumbre bajo el manto de una pretendida justicia social en la que ni siquiera ellos mismos deben creer al sol de hoy.
Eso es lo que pienso, a diferencia de tanto imbécil que le confiere a la guerrilla un aura justiciera que está bien lejos de la realidad: guerrilleros y paracos son la misma mierda, la misma plaga, la misma basura humana que asesina, pone bombas, siembra minas, viola, castra, mutila familias, secuestra, roba, tortura…
Pero ese tampoco es el punto con el libro.
Juanita, con su maestría de periodismo en Nueva York, su carita de chica bien y sus modales de princesa culta, es una mujer valiente. Eso lo reconozco y lo aplaudo. Se fajó en esos montes, seguro comió frijoles a lo pobre y descargó su cuerpo en algún matorral sin tener a mano papel del suave para asear sus delicadas partes. Juanita se comportó, especulo, como una guerrera. Y se la jugó durante un buen tiempo en una zona en la que hay que tener más que un par de bolas bien puestas para entrarle porque allí no hay respeto por vida alguna.
Pero no le perdono su insípido estilo para narrar historias. Y menos aún después que leo en su introducción que al menos tres o cuatro manos pasaron por sus textos en labores de corrección: coño, nadie, ninguno de esos carajos a quienes les agradece su ayuda para pulir los textos pudo advertirle que: 1) le pusiera algo de corazón a la narración; y 2) que estaba repitiendo palabras y adjetivos como si no existieran suficientes diccionarios de sinónimos.
A mi, no sé a ustedes, eso me jode. Y mucho.
Así que me detuve en la página 130 y busqué otro libro que esperaba en la torre en la que acumulo las lecturas pendientes. Se llama Los girasoles ciegos y su autor, un español, es Alberto Méndez, un licenciado en Filosofía y Letras por la Complutense de Madrid.
No hay comparación entre ambos textos, para ser justos: uno es periodismo y el otro literatura. Pero no me importa.
Mi ejemplar del libro de Méndez es de la decimotercera edición desde que se publicara –Anagrama- por vez primera en enero de 2004. Ese mismo año, por desgracia, murió este autor que pudo haber dado un montón. Su libro recibió, para completar el panorama biográfico, el premio de la crítica y el nacional de narrativa. Y es, como dirían por allá, la hostia…
Los girasoles ciegos también trata un conflicto armado desde el punto de vista de la cotidianidad, pavorosa, de las víctimas de la guerra civil española. Y lo hace, otra diferencia con Juanita, desde el territorio de la ficción, con todas las licencias narrativas que el género permite. Así que no me jodan: ya he dicho que no hay comparación… pero se me antoja hablar de estilos.
El libro del finado Méndez es luminoso. Un extracto de la crítica hecha por Francisco Solano en el diario El País dice:
“Posee la impronta y el delirio de un libro pensado durante toda una vida; cada línea se registra como si fuera la última que se escribe…”.
Y, mira tú, a lo mejor fueron las últimas líneas que escribió el hombre.
No crean que le voy a entrar aquí al libro dándomelas de Rafael Osío –a quien, aprovecho para agradecerle el detalle de tener a demalamadre entre los links recomendados de su blog-, así que a mi vulgar manera se los puedo describir como acojonante. Son cuatro relatos de extensión media, algunos de los cuales se entrecruzan, en los que siempre gana la muerte y la barbarie porque de una manera u otra sus personajes pagan su condición de derrotados, pero en los que alcanzamos a recibir destellos de esas vidas gloriosas o rastreras con las que acabó el franquismo al término de la guerra. Y están escritos con luz, con el corazón volcado al teclado, pero sin apelar –se agradece- a la ramplona cursilería.
No sé si se consigue en las librerías venezolanas, mi ejemplar llegó de Madrid, pero se puede intentar. En cuanto a Juanita, pues lo siento: fue malo para ella, en mi pequeño y mezquino mundo, que yo soltara el suyo para tomar el de Méndez (¿me comprendes, Méndez?). Pero, qué carajo, así de caprichosos somos los lectores, los que no escribimos nada, los que no tenemos obra, los que no aportamos nada.
Me va a costar pasar a la página 131.
YONOFUI - "Déme una placa de agente federal"
(Esto lo publicó El País, de España. El rey Elvis, ante Nixon y loco como una cabra empastillada)
JAVIER DEL PINO - Washington - 15/01/2007
Preocupado por una sociedad en declive, una juventud torcida por las drogas y un país amenazado por el comunismo y por la tensión racial que generaban los negros al demandar igualdad de derechos, Elvis Presley entregó al presidente Richard Nixon un regalo que simbolizaba a la perfección su espíritu pacificador y sus deseos de trabajar en aras de la reconciliación social: una pistola. El Colt 45, las siete balas de plata que tenía en el cargador y, sobre todo, los informes internos de la Casa Blanca en el que es posiblemente el día más pintoresco de su historia forman parte de una exposición sobre el encuentro presidencial más improbable, incómodo y esperpéntico que tuvo Nixon durante su mandato: su reunión secreta con el Rey del Rock.
Richard Nixon y Elvis Presley compartían obsesiones políticas del mismo signo y estaban sumidos, por razones bien distintas, en un declive personal que debía ser turbador para temperamentos tan egocéntricos como los suyos. Nixon se enfrentaba en Vietnam a la posibilidad de ser, según su expresión, "el primer presidente de Estados Unidos que pierde una guerra", y Elvis trataba de entender todavía por qué su notoriedad había sido arrasada por cuatro ingleses mal vestidos y su dichosa beatlemanía.
Había, sin embargo, una gran diferencia entre ellos: Nixon era el más habilidoso de los maquinadores, un animal político depredador e inmisericorde; Elvis, en cambio, carecía de los sentidos del tacto y la mesura, confiaba en cualquier individuo y se movía en la dirección que le marcaban sus propios impulsos. Era, en definitiva, simple y caprichoso.
Un día se encaprichó con tener en su solapa una chapa de agente federal de lucha antidroga. Aquel 21 de diciembre de 1970, Elvis se plantó en Washington.
A las 9.30, los agentes del Servicio Secreto asignados a la puerta principal de la Casa Blanca vieron que se aproximaba a la verja un grupo de individuos con aspecto voluminoso. Con su corpulencia escondían a un sujeto cuya identidad era inmediatamente reconocible. Elvis quería ver al presidente de Estados Unidos. En un derroche de formalidad, Elvis entregó a los agentes una carta personal dirigida a Richard Nixon. Los agentes llamaron a la oficina del presidente para preguntar cuál era el procedimiento adecuado cuando el artista más famoso del país pedía que le abrieran la puerta.
"Que ha llegado el Rey", le dijeron por teléfono a Bud Krogh, consejero presidencial y asesor de Nixon. Krogh miró la agenda del día y dijo: "Pero si hoy no esperamos a ningún monarca...". "No, no. El Rey del Rock. Está aquí en la puerta", le aclararon.
Krogh decidió reunirse con Elvis primero porque era su obligación y segundo porque era un fan incondicional de su música. Elvis le entregó la carta para Nixon. Krogh le dijo que aquella visita les pillaba de sopetón y que, por favor, tuviera a bien regresar al hotel. Que ya le llamarían a lo largo del día. Y Elvis se marchó.
Esa carta y los informes cruzados a lo largo de las dos horas siguientes forman parte del último paquete de documentos desclasificados sobre lo que ocurrió en el edificio presidencial aquella mañana frenética y absurda.
La carta de Elvis es un ejercicio de expresión política que se mueve entre lo infantil, lo simple y lo bochornoso. Redactada con la mejor de las intenciones y la peor de las formas, las cinco páginas estaban escritas a mano con renglones torcidos y tachaduras en papel con membrete de American Airlines. En la nota, que tenía la solemnidad de una tesis doctoral y el aspecto y la gramática de una chapuza de parvulario, Elvis Presley expone su admiración por Nixon y su preocupación por el creciente uso de las drogas entre los jóvenes, por el avance de la cultura hippy, la ideología izquierdista de los estudiantes demócratas, el comunismo y los movimientos de defensa de los derechos para los negros. Desde su posición y con su influencia entre los jóvenes "puedo ayudar a este país al que amo", le dice a Nixon, pero para eso necesita su ansiada chapa de agente federal. Le da el teléfono de su hotel y le dice que, si finalmente se reúnen, tiene un regalo para él.
En las dos horas siguientes, los asesores de Nixon encontraron en la oferta un atractivo político indiscutible para un presidente odiado especialmente entre los jóvenes. A pesar de que algún consejero escribió en los informes "Esto tiene que ser una broma", a las 12.30 Elvis Presley entró en el Despacho Oval.
Allí estaba Nixon, con su traje gris oscuro. Y allí entró Elvis, con pantalones ajustados de terciopelo morado, camisa blanca de seda con cuello de pico inmenso por encima de un chaleco corto que dejaba ver el cinturón con su gigantesca hebilla dorada. Y una capa. Las gafas eran de cristal tintado, con una montura de plata tan gruesa que cabían las letras "EP" escritas con brillantes.
Atusadas las patillas y listo en su traje de faena, dicen que Elvis se quedó helado cuando piso el despacho oval, como si hubiera entrado en un lugar mitológico. Los informes que conservan los Archivos Nacionales dicen que el artista habló de la mala influencia de los Beatles, que habían ganado tanto dinero en Estados Unidos para luego volverse a Inglaterra y criticar este país. Habló de cómo él podía influir en los jóvenes en contra de las drogas pero para eso, le dijo, necesitaba la chapa de Agente Federal. Nixon aceptó -no le quedaba más remedio- y le dieron una chapa improvisada dos horas después. Un fotógrafo oficial inmortalizó el encuentro y retrató a la perfección la incomodidad de Nixon y la extravagancia de Elvis. A petición del artista, la reunión se mantuvo en secreto hasta que el Washington Post destapó el encuentro un año después.
Cuenta la leyenda que Elvis estaba "colocado" por su adicción a las pastillas durante aquella reunión en la que arremetió contra las drogas. El Colt 45 se lo entregó a un asistente porque las armas están prohibidas en el Despacho Oval. Los trajes, los documentos, las cartas y la pistola forman parte de la exposición abierta hace unos días en la Biblioteca Presidencial Richard Nixon en California.Entró con pantalones ajustados de terciopelo morado y el cinturón con su hebilla doradaLe entregó un regalo que expresaba su espíritu pacificador: una pistola
JAVIER DEL PINO - Washington - 15/01/2007
Preocupado por una sociedad en declive, una juventud torcida por las drogas y un país amenazado por el comunismo y por la tensión racial que generaban los negros al demandar igualdad de derechos, Elvis Presley entregó al presidente Richard Nixon un regalo que simbolizaba a la perfección su espíritu pacificador y sus deseos de trabajar en aras de la reconciliación social: una pistola. El Colt 45, las siete balas de plata que tenía en el cargador y, sobre todo, los informes internos de la Casa Blanca en el que es posiblemente el día más pintoresco de su historia forman parte de una exposición sobre el encuentro presidencial más improbable, incómodo y esperpéntico que tuvo Nixon durante su mandato: su reunión secreta con el Rey del Rock.
Richard Nixon y Elvis Presley compartían obsesiones políticas del mismo signo y estaban sumidos, por razones bien distintas, en un declive personal que debía ser turbador para temperamentos tan egocéntricos como los suyos. Nixon se enfrentaba en Vietnam a la posibilidad de ser, según su expresión, "el primer presidente de Estados Unidos que pierde una guerra", y Elvis trataba de entender todavía por qué su notoriedad había sido arrasada por cuatro ingleses mal vestidos y su dichosa beatlemanía.
Había, sin embargo, una gran diferencia entre ellos: Nixon era el más habilidoso de los maquinadores, un animal político depredador e inmisericorde; Elvis, en cambio, carecía de los sentidos del tacto y la mesura, confiaba en cualquier individuo y se movía en la dirección que le marcaban sus propios impulsos. Era, en definitiva, simple y caprichoso.
Un día se encaprichó con tener en su solapa una chapa de agente federal de lucha antidroga. Aquel 21 de diciembre de 1970, Elvis se plantó en Washington.
A las 9.30, los agentes del Servicio Secreto asignados a la puerta principal de la Casa Blanca vieron que se aproximaba a la verja un grupo de individuos con aspecto voluminoso. Con su corpulencia escondían a un sujeto cuya identidad era inmediatamente reconocible. Elvis quería ver al presidente de Estados Unidos. En un derroche de formalidad, Elvis entregó a los agentes una carta personal dirigida a Richard Nixon. Los agentes llamaron a la oficina del presidente para preguntar cuál era el procedimiento adecuado cuando el artista más famoso del país pedía que le abrieran la puerta.
"Que ha llegado el Rey", le dijeron por teléfono a Bud Krogh, consejero presidencial y asesor de Nixon. Krogh miró la agenda del día y dijo: "Pero si hoy no esperamos a ningún monarca...". "No, no. El Rey del Rock. Está aquí en la puerta", le aclararon.
Krogh decidió reunirse con Elvis primero porque era su obligación y segundo porque era un fan incondicional de su música. Elvis le entregó la carta para Nixon. Krogh le dijo que aquella visita les pillaba de sopetón y que, por favor, tuviera a bien regresar al hotel. Que ya le llamarían a lo largo del día. Y Elvis se marchó.
Esa carta y los informes cruzados a lo largo de las dos horas siguientes forman parte del último paquete de documentos desclasificados sobre lo que ocurrió en el edificio presidencial aquella mañana frenética y absurda.
La carta de Elvis es un ejercicio de expresión política que se mueve entre lo infantil, lo simple y lo bochornoso. Redactada con la mejor de las intenciones y la peor de las formas, las cinco páginas estaban escritas a mano con renglones torcidos y tachaduras en papel con membrete de American Airlines. En la nota, que tenía la solemnidad de una tesis doctoral y el aspecto y la gramática de una chapuza de parvulario, Elvis Presley expone su admiración por Nixon y su preocupación por el creciente uso de las drogas entre los jóvenes, por el avance de la cultura hippy, la ideología izquierdista de los estudiantes demócratas, el comunismo y los movimientos de defensa de los derechos para los negros. Desde su posición y con su influencia entre los jóvenes "puedo ayudar a este país al que amo", le dice a Nixon, pero para eso necesita su ansiada chapa de agente federal. Le da el teléfono de su hotel y le dice que, si finalmente se reúnen, tiene un regalo para él.
En las dos horas siguientes, los asesores de Nixon encontraron en la oferta un atractivo político indiscutible para un presidente odiado especialmente entre los jóvenes. A pesar de que algún consejero escribió en los informes "Esto tiene que ser una broma", a las 12.30 Elvis Presley entró en el Despacho Oval.
Allí estaba Nixon, con su traje gris oscuro. Y allí entró Elvis, con pantalones ajustados de terciopelo morado, camisa blanca de seda con cuello de pico inmenso por encima de un chaleco corto que dejaba ver el cinturón con su gigantesca hebilla dorada. Y una capa. Las gafas eran de cristal tintado, con una montura de plata tan gruesa que cabían las letras "EP" escritas con brillantes.
Atusadas las patillas y listo en su traje de faena, dicen que Elvis se quedó helado cuando piso el despacho oval, como si hubiera entrado en un lugar mitológico. Los informes que conservan los Archivos Nacionales dicen que el artista habló de la mala influencia de los Beatles, que habían ganado tanto dinero en Estados Unidos para luego volverse a Inglaterra y criticar este país. Habló de cómo él podía influir en los jóvenes en contra de las drogas pero para eso, le dijo, necesitaba la chapa de Agente Federal. Nixon aceptó -no le quedaba más remedio- y le dieron una chapa improvisada dos horas después. Un fotógrafo oficial inmortalizó el encuentro y retrató a la perfección la incomodidad de Nixon y la extravagancia de Elvis. A petición del artista, la reunión se mantuvo en secreto hasta que el Washington Post destapó el encuentro un año después.
Cuenta la leyenda que Elvis estaba "colocado" por su adicción a las pastillas durante aquella reunión en la que arremetió contra las drogas. El Colt 45 se lo entregó a un asistente porque las armas están prohibidas en el Despacho Oval. Los trajes, los documentos, las cartas y la pistola forman parte de la exposición abierta hace unos días en la Biblioteca Presidencial Richard Nixon en California.Entró con pantalones ajustados de terciopelo morado y el cinturón con su hebilla doradaLe entregó un regalo que expresaba su espíritu pacificador: una pistola
jueves, enero 11, 2007
SOCIALISTANDO - Tascón y el vicio de echar paja
La vocación de pajúo de Luis Tascón adquirió nuevas proporciones. Me refiero a su natural inclinación a echador de paja, algo que debe haber cultivado desde muchachito allá en su Táchira natal.
Lo imagino fácilmente: despeinado, con los ojillos como extraviados, hediondo a meaos, acusando a los compañeritos de clase: “maestra este fue…”.
Y mira en lo que vino a convertirse.
No le bastaba con ese hecho paradigmático, impensable, enorme y terrible que fue echarnos paja a todos. Del carajito que le pegaba coscorrones, Luisito, convertido en diputado, saltó al estrellato pajeando a todo el país con la lista que se robó del organismo electoral con la complicidad de las autoridades: “profe, éste firmó pidiendo que te revocaran, pero estos de aquí son patriotas verdaderos, el de allá –se lo dije a usted antes y no me creyó- es un traidor que firmó en su contra…”.
No pudo detenerse allí. Como si no hubiera inaugurado él solito una nueva liga, una dimensión del sapeo sólo vista en las más funestas experiencias totalitarias que registra la historia, ahora sus hormonas lo empujan a otra categoría en la que se evidencia todo un campeón: Luis Tascón acusa a sus compañeritos de partido, a sus camaradas del gobierno, de que están ganando mucha plata, de que esos sueldos que tienen son muy elevados. ¡Carajo!
Tascón combinó en esa jugada sus grandes dotes para el jalabolismo con eso que ya creo debe ser un vicio, ese afán por acusar, por señalar, por pajear al prójimo.
El, según dice, gana apenas 4 milloncitos y un poco más. Y se entiende su sentimiento: mira pa’ un lado, mira pa’l otro, ¿y qué encuentra? Directores del CNE que se meten hasta más de 20 millones al mes con bonos de 6, 8, 10 meses por cualquier pendejada que hagan, magistrados del Tribunal Supremo que andan cerca de los 30 millones; señores del “Poder Moral” que ganan tres y cuatro veces más que él…
Imposible aguantarse: nuestro Luisito Tascón, igual de despeinado, quizás ya no tan hediondo a meaos, tiene que echar paja. Es lo suyo. Ha entendido que ese es su papel en la revolución. Que para eso está. Y si, de paso, puede jalarle al gran líder, mejor todavía.
Lo imagino fácilmente: despeinado, con los ojillos como extraviados, hediondo a meaos, acusando a los compañeritos de clase: “maestra este fue…”.
Y mira en lo que vino a convertirse.
No le bastaba con ese hecho paradigmático, impensable, enorme y terrible que fue echarnos paja a todos. Del carajito que le pegaba coscorrones, Luisito, convertido en diputado, saltó al estrellato pajeando a todo el país con la lista que se robó del organismo electoral con la complicidad de las autoridades: “profe, éste firmó pidiendo que te revocaran, pero estos de aquí son patriotas verdaderos, el de allá –se lo dije a usted antes y no me creyó- es un traidor que firmó en su contra…”.
No pudo detenerse allí. Como si no hubiera inaugurado él solito una nueva liga, una dimensión del sapeo sólo vista en las más funestas experiencias totalitarias que registra la historia, ahora sus hormonas lo empujan a otra categoría en la que se evidencia todo un campeón: Luis Tascón acusa a sus compañeritos de partido, a sus camaradas del gobierno, de que están ganando mucha plata, de que esos sueldos que tienen son muy elevados. ¡Carajo!
Tascón combinó en esa jugada sus grandes dotes para el jalabolismo con eso que ya creo debe ser un vicio, ese afán por acusar, por señalar, por pajear al prójimo.
El, según dice, gana apenas 4 milloncitos y un poco más. Y se entiende su sentimiento: mira pa’ un lado, mira pa’l otro, ¿y qué encuentra? Directores del CNE que se meten hasta más de 20 millones al mes con bonos de 6, 8, 10 meses por cualquier pendejada que hagan, magistrados del Tribunal Supremo que andan cerca de los 30 millones; señores del “Poder Moral” que ganan tres y cuatro veces más que él…
Imposible aguantarse: nuestro Luisito Tascón, igual de despeinado, quizás ya no tan hediondo a meaos, tiene que echar paja. Es lo suyo. Ha entendido que ese es su papel en la revolución. Que para eso está. Y si, de paso, puede jalarle al gran líder, mejor todavía.
miércoles, enero 10, 2007
JARTERAENLASROCAS - Ráscate, pero no manejes
En la licorería, entre las botellas de whisky, veo un cartón con un par de alas blancas, como de ángel.
No me importa, lo que me sorprende es lo caro que se ha puesto el Chivas en apenas unas semanas.
¿Porqué no pasará con el escocés lo mismo que sucede ahorita con las acciones de la Electricidad de Caracas? Chávez no quiere servir para nada…
En el estacionamiento del centro comercial San Ignacio, justo donde la máquina escupe el ticket de entrada, me recibe la imagen a tamaño natural de una chica –supongo que será una actriz- de bata blanca y con alas que acompaña un mensaje de una importadora de licores –Diageo- de advertencia contra la costumbre esa de emborracharse y manejar.
Ah, era eso.
Doy, malditasea, como cien vueltas buscando un puesto hasta que allá, en el último rincón, me sorprende uno desocupado justo cuando estoy a punto de devolverme a casa a esperar, resignado, para ver La Hojilla. Le entro entonces en retroceso y casi me clavo contra la pared por estar leyendo un aviso situado justo a la altura en la que uno gira el cuello cuando pone retro. Y dice: que si tomas, no manejes. Firma: Polar.
Recuerdo entonces haber visto a Sergio Novelli todo de blanco, como Julio Iglesias en algún videoclip a la orilla del mar, echando alas y diciéndole a uno lo mismo: que si tomé, que no maneje.
¿Y a qué vine a este lugar si no es a eso?
Al ir a pagar en el estacionamiento del San Ignacio, encuentro que en el piso hay otro mensaje: dibujan una línea recta, como una flecha, que te aconseja –ya in extremis- que si no puedes recorrerla derecho, entonces olvídalo, deja el carro ahí, busca un taxi que te lleve a tu apartamento allá en Alto Prado y que te cobre 30 mil bolívares porque son las cuatro de la madrugada y mañana, antes de ir al trabajo con ese ratón, ven a buscar el carro y págale otros 20 mil a las joyas que administran el parqueadero.
Eso, si vives en el Este o el Sureste, porque el pana de Coche que se quedó perreando y tomando ron con coca cola, ese, tendrá que esperar a que amanezca porque a las cuatro está cabrón que algún taxista acepte llevarlo a las veredas.
A menos que el taxista sea choro. Con lo cual, es mejor arriesgarse a manejar rascao.
La verdad es que estos mensajes se pasan de idiotas. Esta gente se empeña en gastar millones de bolívares enseñándome lo sabroso y lo erótico que es andar por la vida rajando caña y lo bien que luzco campaneando un 18 años, y ahora me vienen con eso: hermano, si los que beben en este país dejaran de manejar, ustedes estarían quebrados. ¿Cómo llego a los bares del San Ignacio si no es manejando? ¿Cómo le hago para sandunguear en Las Mercedes en esos sitios de barra libre si no es en el carro de mi compadre aquí que se curdea conmigo desde que teníamos 14?
En este momento recuerdo una vaina que llaman “doble moral”… y rebaja en los impuestos…
O me da por pensar que el asunto tiene lógica, que las empresas que producen e importan esa cosita rica que mientan licor, quizás están realmente preocupados por nosotros, por la continuidad de la vida del prójimo. Si el año pasado murieron asesinados como 15 mil personas y en una noche tan linda como la del 24 o el 31 de diciembre pueden llegar a morir hasta 100 paisanos, coño, a ese ritmo es mucho lo que pierde la masa consumidora.
Y eso que no hemos contado a los que la palman, como dicen los españoles, manejando ebrios hasta las metras, como decimos en perfecto criollo. O a los que terminan en el cajón ayudados por uno de esos que no hace caso a los mensajitos de los angelitos y demás…
Las grandes corporaciones de la cebada y los destilados ya están atentos. Saben que deberíamos cuidarnos y reproducirnos y por eso quieren educarnos, por eso quieren que justo en ese momento en que llegas al carro ciego de la curda, ayudado por Dios padre y Espíritu Santo, en esos minutos en los que tratas, pobrecito, de prender el carro con el control remoto de la alarma, ahí mismo, veas la luz, entiendas el mensaje que quiere ir directo a tu conciencia y te sometas, con toda honestidad a un examen: “verga, es verdad que no pude caminar derecho… que quebré tres vasos, que le sobé las nalgas a la jeva de Wilmer, que me provoca una arepa de mechada con pernil, que no sé si éste, de verdad, es mi carro... salgo ya a buscar un taxi…”.
Es mejor llegar a esa conclusión a que se te aparezca un Sergio Novelli con alas… una visión que no quisieras tener, ni en la más horrenda de las peas.
No me importa, lo que me sorprende es lo caro que se ha puesto el Chivas en apenas unas semanas.
¿Porqué no pasará con el escocés lo mismo que sucede ahorita con las acciones de la Electricidad de Caracas? Chávez no quiere servir para nada…
En el estacionamiento del centro comercial San Ignacio, justo donde la máquina escupe el ticket de entrada, me recibe la imagen a tamaño natural de una chica –supongo que será una actriz- de bata blanca y con alas que acompaña un mensaje de una importadora de licores –Diageo- de advertencia contra la costumbre esa de emborracharse y manejar.
Ah, era eso.
Doy, malditasea, como cien vueltas buscando un puesto hasta que allá, en el último rincón, me sorprende uno desocupado justo cuando estoy a punto de devolverme a casa a esperar, resignado, para ver La Hojilla. Le entro entonces en retroceso y casi me clavo contra la pared por estar leyendo un aviso situado justo a la altura en la que uno gira el cuello cuando pone retro. Y dice: que si tomas, no manejes. Firma: Polar.
Recuerdo entonces haber visto a Sergio Novelli todo de blanco, como Julio Iglesias en algún videoclip a la orilla del mar, echando alas y diciéndole a uno lo mismo: que si tomé, que no maneje.
¿Y a qué vine a este lugar si no es a eso?
Al ir a pagar en el estacionamiento del San Ignacio, encuentro que en el piso hay otro mensaje: dibujan una línea recta, como una flecha, que te aconseja –ya in extremis- que si no puedes recorrerla derecho, entonces olvídalo, deja el carro ahí, busca un taxi que te lleve a tu apartamento allá en Alto Prado y que te cobre 30 mil bolívares porque son las cuatro de la madrugada y mañana, antes de ir al trabajo con ese ratón, ven a buscar el carro y págale otros 20 mil a las joyas que administran el parqueadero.
Eso, si vives en el Este o el Sureste, porque el pana de Coche que se quedó perreando y tomando ron con coca cola, ese, tendrá que esperar a que amanezca porque a las cuatro está cabrón que algún taxista acepte llevarlo a las veredas.
A menos que el taxista sea choro. Con lo cual, es mejor arriesgarse a manejar rascao.
La verdad es que estos mensajes se pasan de idiotas. Esta gente se empeña en gastar millones de bolívares enseñándome lo sabroso y lo erótico que es andar por la vida rajando caña y lo bien que luzco campaneando un 18 años, y ahora me vienen con eso: hermano, si los que beben en este país dejaran de manejar, ustedes estarían quebrados. ¿Cómo llego a los bares del San Ignacio si no es manejando? ¿Cómo le hago para sandunguear en Las Mercedes en esos sitios de barra libre si no es en el carro de mi compadre aquí que se curdea conmigo desde que teníamos 14?
En este momento recuerdo una vaina que llaman “doble moral”… y rebaja en los impuestos…
O me da por pensar que el asunto tiene lógica, que las empresas que producen e importan esa cosita rica que mientan licor, quizás están realmente preocupados por nosotros, por la continuidad de la vida del prójimo. Si el año pasado murieron asesinados como 15 mil personas y en una noche tan linda como la del 24 o el 31 de diciembre pueden llegar a morir hasta 100 paisanos, coño, a ese ritmo es mucho lo que pierde la masa consumidora.
Y eso que no hemos contado a los que la palman, como dicen los españoles, manejando ebrios hasta las metras, como decimos en perfecto criollo. O a los que terminan en el cajón ayudados por uno de esos que no hace caso a los mensajitos de los angelitos y demás…
Las grandes corporaciones de la cebada y los destilados ya están atentos. Saben que deberíamos cuidarnos y reproducirnos y por eso quieren educarnos, por eso quieren que justo en ese momento en que llegas al carro ciego de la curda, ayudado por Dios padre y Espíritu Santo, en esos minutos en los que tratas, pobrecito, de prender el carro con el control remoto de la alarma, ahí mismo, veas la luz, entiendas el mensaje que quiere ir directo a tu conciencia y te sometas, con toda honestidad a un examen: “verga, es verdad que no pude caminar derecho… que quebré tres vasos, que le sobé las nalgas a la jeva de Wilmer, que me provoca una arepa de mechada con pernil, que no sé si éste, de verdad, es mi carro... salgo ya a buscar un taxi…”.
Es mejor llegar a esa conclusión a que se te aparezca un Sergio Novelli con alas… una visión que no quisieras tener, ni en la más horrenda de las peas.
martes, enero 02, 2007
ECHANDOELPRIMERO - Agarra ese 2007 ahí
Una tarjeta navideña enviada por César Miguel Rondón hace algún tiempo decía: “Tenga usted el mejor año posible”. Así, de puño y letra. ¿El mejor año posible? En un momento en el que todo el mundo se faja a desearte lo mejor, lo más grande, la máxima felicidad y lo más más, este señor quiere para ti sólo lo posible.
¿No luce un poco egoísta?
Recordé esa tarjeta en algún momento del aluvión de mensajes “preñados de buenas intenciones” que llegaron al celular las noches del 24 y el 31.
¿Aluvión?
Exagero, claro. Recibí cuatro o cinco nada más, pero estoy seguro de que son los mismos que te llegaron a ti, a tu madre, a tu hermana, a tu abuelo y seguramente hasta a García Carneiro.
El caso es que al igual que se difundió el mensajito aquel que indicaba que debías votar sólo en las líneas tales y cuales, me parece que este diciembre la utilización de un formato de mensajes “navideños” adquirió proporciones de plaga. Uno, la verdad, debería ser agradecido: hay gente por ahí que pensó en ti antes de hincarle el diente al pernil, gente que pulsó la tecla “send” para enviarte su buena vibra prefabricada antes de volarse los dedos con un cohetón. Pero la primera emoción se congela cuando recibes el mismo texto de personas distintas.
Algunos, todo hay que decirlo, se tomaron la molestia de escribir tu nombre en el formato. Lindo detalle que tuvieron con los otros 30 que recibieron el suyo personalizado. Los más flojos –o la gente normal, porque hay que estar mal de la cabeza para pasarse en eso la nochebuena- simplemente reenviaron o hicieron un “grupo” en sus celulares y listo. Salieron de eso rápido y se dedicaron a darle al whisky.
El “formato Rondón” lo recordé quizás por original. Aunque también por un filón medio malintencionado que tiene: “el mejor año posible” es también como decirte, con elegancia, “el año que te merezcas” o “el que logres tener”. Es algo como que te digan que estará en tus manos si es bueno o no, así que si te va mal, pues jódete, es culpa tuya. No hay fuerzas metafísicas ni “extrafísicas”, no depende de Dios ni del Diablo, ni del socialismo del siglo XXI, ni de la posición de los planetas, ni de cómo cayeron los caracoles: es tan sólo lo que se pueda.
Así que siguiendo la onda de los “reenviadores”, tengan ustedes, el mejor año posible… pero que sea, de verdad, bueno. Lo merezcan o no, que aquí no andamos con mezquindades.
¿No luce un poco egoísta?
Recordé esa tarjeta en algún momento del aluvión de mensajes “preñados de buenas intenciones” que llegaron al celular las noches del 24 y el 31.
¿Aluvión?
Exagero, claro. Recibí cuatro o cinco nada más, pero estoy seguro de que son los mismos que te llegaron a ti, a tu madre, a tu hermana, a tu abuelo y seguramente hasta a García Carneiro.
El caso es que al igual que se difundió el mensajito aquel que indicaba que debías votar sólo en las líneas tales y cuales, me parece que este diciembre la utilización de un formato de mensajes “navideños” adquirió proporciones de plaga. Uno, la verdad, debería ser agradecido: hay gente por ahí que pensó en ti antes de hincarle el diente al pernil, gente que pulsó la tecla “send” para enviarte su buena vibra prefabricada antes de volarse los dedos con un cohetón. Pero la primera emoción se congela cuando recibes el mismo texto de personas distintas.
Algunos, todo hay que decirlo, se tomaron la molestia de escribir tu nombre en el formato. Lindo detalle que tuvieron con los otros 30 que recibieron el suyo personalizado. Los más flojos –o la gente normal, porque hay que estar mal de la cabeza para pasarse en eso la nochebuena- simplemente reenviaron o hicieron un “grupo” en sus celulares y listo. Salieron de eso rápido y se dedicaron a darle al whisky.
El “formato Rondón” lo recordé quizás por original. Aunque también por un filón medio malintencionado que tiene: “el mejor año posible” es también como decirte, con elegancia, “el año que te merezcas” o “el que logres tener”. Es algo como que te digan que estará en tus manos si es bueno o no, así que si te va mal, pues jódete, es culpa tuya. No hay fuerzas metafísicas ni “extrafísicas”, no depende de Dios ni del Diablo, ni del socialismo del siglo XXI, ni de la posición de los planetas, ni de cómo cayeron los caracoles: es tan sólo lo que se pueda.
Así que siguiendo la onda de los “reenviadores”, tengan ustedes, el mejor año posible… pero que sea, de verdad, bueno. Lo merezcan o no, que aquí no andamos con mezquindades.
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